El gen de ser pillo

Del crimen organizado y el narcotráfico se ha escrito mucho, pero las sorpresas vienen por la vía de las piruetas del sistema de justicia. Golpea duro el cinismo de nuestros políticos cuando callan al ver varios pillos que han robado al Estado metidos en una alberca; el descaro de un juez que deja libre a criminales sanguinarios; luego seguimos viendo secuestros y sicariato, lujos, viajes y desvergüenza a diestra y siniestra. De la crítica a los ladrones, es bueno pasar a la crítica a las víctimas del atraco.

El populismo avanza y la democracia se debilita. La mala educación prospera y el civismo se transforma en calavera. Pocos conocen los secretos de cómo se maneja la contratación pública en municipios y prefecturas, o la emisión tramposa de carnés de discapacidad, mientras la lista de gente enriquecida en escasos años se multiplica. ¿Cómo es que una alcaldesa, que moviliza autos y personal de una ciudad a otra, no es noticia por la auditoría de un hecho inusual sino por el conflicto que despiertan los devaneos recogidos por la prensa rosa, y una prefecta gasta medio millón por un mural de garabatos y contrata una radioemisora para que, a su vez, subcontrate agencias de publicidad a dedo? Mientras, todo un país las ve, pero sigue callado y esperando cambios.

Basta observar al gobernante y sus asesores, que permiten coimadores en sus filas y entidades de control que no sirven; por ejemplo, universidades con rectores capaces de venderle el alma al diablo para lucrar de estudiantes; o la actuación cómplice sin escrúpulos en la Asamblea del invisible pandillero Aleaga; o los juzgados a cargo de la industria del ‘habeas corpus’ para narcos; o la zombi universidad Yachay en marcha. Pese a todo, no se contabilizan reclamos formales, protestas rigurosas y específicas.

Lo que sí, proliferan los aprovechadores del pillaje y el vandalismo; encantadores de serpiente con la genética del discurso hueco y anacrónico. Demagogos sin respuestas; chivo expiatorio del reclamo del pobre. Es que el pillo nace y crece en el germen de la impunidad. Jueces gordos y ladrones puntillosos, que si los agarran devuelven un peque pedazo de lo robado y tranzado. Dizque hay acuerdos con la (in)justicia. Llega el arresto domiciliario. El grillete electrónico. Pasa un corto tiempo y a disfrutar lo robado. Negligencia. Migración enloquecida. Desorganización y costumbre mutis del asaltado.

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