El cónclave anhelado

La palabra  ‘cónclave’ etimológicamente proviene del latín ‘conclavis’, ‘cum’ (con) y ‘clavis’ (llave), utilizado para describir a una habitación que se cierra con llave. El más famoso es el que reúne a los cardenales de la Iglesia Católica en la Capilla Sixtina, aislados del mundo exterior para evitar presiones y distracciones al elegir un nuevo Pontífice. Si en una sesión no se ha logrado la elección, los votos son quemados con paja húmeda para que salga humo negro; lo contrario, si el resultado es positivo, se queman con paja seca para que salga humo blanco.

Si bien no existe un plazo determinado para cumplir con esta elección, el Cónclave cardenalicio  más largo se instaló entre el 29 de noviembre de 1268 y el 1 de septiembre de 1271. Luego de 34 meses de confrontaciones internas terminaron eligiendo al papa Gregorio X.  El vacío ocasionado mantenía indignados a los feligreses, razón por la que el gobernador de la jurisdicción decidió encerrar con llave a los cardenales para forzarles a que tomen una decisión. La medida demostró ser efectiva, ya que en poco tiempo los protagonistas de este suceso se pusieron de acuerdo, cansados seguramente de estarse viendo las caras durante 24 horas seguidas, sin poder salir a tomar aire fresco, alimentarse apropiadamente, sintiendo los efectos del desaseo y las demás incomodidades que podemos imaginar.

Ojalá pudiéramos hacer lo mismo con los representantes de las entidades del Estado: encerrarles en algún recinto para que sientan como nos apesta a los ciudadanos esa tozudez, falta de compromiso, vanidad, negligencia, ambición. Esa falta de empatía hacia la ciudadanía que vive en la angustia por la falta de empleo y la inseguridad; que no puede transitar sin sentir el temor de encontrarse expuestos a un asalto o un secuestro; o de levantar las persianas de sus negocios sin ser víctimas de los ‘vacunadores’. Su interés radica en cobrar puntualmente el sueldo y aparecer ocasionalmente ante las cámaras para que los vean sus coterráneos, sin considerar que son pagados para hacer y modernizar las leyes, mas no para financiar sus mezquindades. A la gran mayoría de asambleístas no les importa los efectos de su vocación conspirativa. Creen que si la inversión nacional o extranjera no aumenta y el terrorismo se incrementa son fracasos del Gobierno, sin pensar en su corresponsabilidad por el ambiente de incertidumbre, caos y zozobra que generan. Ciegos de rencor y de ambición se vuelven labiosos con la esperanza de ser tomados en cuenta para las próximas elecciones.

Y en el mismo recinto deberían estar incorporados estos solemnes de pescuezos estirados, de gestos estudiados y voces impostadas pero vaciadas de contenido; que cada vez que uno de los jueces aviesos y traviesos otorga medidas cautelares a reos que no han terminado de cumplir sus sentencias, u otorgan la libertad a delincuentes avezados, prometen que implementarán medidas que nunca llegan, investigaciones que se desvanecen y sanciones que se desconocen. Y también debería estar adentro quien luego de haber buscado y alcanzado el poder se mantiene en el limbo alejado de la realidad, mirando de soslayo a quienes reclaman otras acciones desde el pueblo llano.

Y como soñar no cuesta nada, ¡sigamos soñando en este cónclave anhelado!

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