El agua y la Desnutrición Crónica Infantil

Mediante esta columna finalizo con un compromiso que asumí hace un mes de dedicar tiempo de lectura y escritura para comprender la tragedia de la Desnutrición Crónica Infantil (DCI) que vivimos en el país. Propongo desde este espacio, que la sociedad civil en conjunto nos sumemos al compromiso de combatir la DCI desde nuestras trincheras y sobre todo de exigir a quienes nos gobiernan y a quienes aspiran a hacerlo –que son tantos hoy por hoy— a nivel local y nacional, a enfrentar con vehemencia esta calamidad.

En semanas previas se reflexionó sobre la importancia de una alimentación completa, equilibrada y oportuna para garantizar un desarrollo neurológico adecuado. Y que dicha alimentación debe iniciarse desde el vientre materno. Además de que estudios científicos revelan que los primeros años de vida son determinantes para el desarrollo de capacidades intelectuales y neuronales de una criatura y, por ende, deberíamos como nación, estar enfocados en garantizar la mejor alimentación y los mejores cuidados para nuestra infancia.

Pero existe un elemento fundamental que atender antes de pensar siquiera en la dieta más completa: contar con agua. Así como suena, el líquido vital que es el agua, que debería llegar a todas las personas, de manera digna, todavía es un sueño en Ecuador. Existe un porcentaje inmenso de la población que no cuenta con servicio de agua y otro tanto que la tiene, pero no de buena calidad, es decir, que no es agua potable sino alguna sucia, contaminada portadora de bacterias.

El agua es uno de los privilegios que no están al acceso de toda la población. Un estudio de Unicef del año 2020 basado en datos del INEC nos dice que solo 8 de cada 10 niños en Ecuador tienen acceso a agua potable y en general casi el 30% de la población no tiene acceso al agua limpia de calidad óptima para el consumo humano.

La carencia de agua, la falta de alcantarillado y la distribución de agua que no es potable están concentradas en las zonas rurales, donde la población menor a 5 años sufre de diarreas constantes, una de las causas para la desnutrición crónica. Pero también hay ciudades grandes, como es el caso de Durán en Guayas, en que la mayoría de la población depende del consumo de tanqueros de agua para subsistir.

Sin acceso a agua potable para toda la población será imposible erradicar la DCI. Estamos a las puertas de elecciones seccionales. Cabe preguntar a quienes aspiran a gobernarnos cuál es su plan de trabajo técnicamente sustentado para que sus localidades garanticen un derecho humano fundamental como el acceso al agua limpia en pleno siglo XXI.