Eduardo Sosa Vorbeck Homenaje póstumo

Con la arrogancia característica de la militancia populista, uno de ellos me acaba de confesar que es “culpable de ser dueño de la verdad e inteligente”; y que “hacen bien los fascistas de recluirse en sus cavernas de ignorancia”. Esta vanidad y  fanatismo les sirve para justificar todos sus excesos e ignorar todos sus errores. Así pretenden, además, descalificar a quienes no hemos sido serviles, y agraviar a los que arriesgan su tranquilidad o patrimonio para crear pensamiento, empleo y progreso. A ellos va dirigido el siguiente muy modesto Homenaje Póstumo:

No conocieron a Eduardo Sosa Vorbeck, fallecido inesperadamente la semana pasada. Durante su vida estudiantil, empezando en el Borja 2, luego en la Academia Militar Ecuador, hasta culminar en la Escuela Politécnica Nacional, siempre fue el mejor alumno de todas las promociones. Pese a su extraordinario desempeño estudiantil y académico, jamás se sintió más inteligente que ninguno; al contrario, siempre fue cordial, cercano, afectuoso, lo que le convertía en un amigo y compañero querido a la vez que respetado. En sus 50 años de ejercicio profesional demostró que podía ser un exitoso, honrado y transparente industrial, empresario y constructor a la vez. Fue un  hombre profundamente creyente y, pese a todos sus méritos, excepcionalmente normal.

Como también lo fue Jorge Rodríguez Torres, economista de amplísima trayectoria, catedrático, conferencista y empresario exitoso, cuya determinación por denunciar la corrupción lo convirtió en uno de los perseguidos políticos del populismo; pese a lo cual mantuvo la moral alta, la sonrisa franca y las convicciones intactas. No lo pregonaba pero se declaraba ateo, demostrando que la moral no es un patrimonio religioso cuando se está dispuesto a cumplir con la familia, con los amigos, con la sociedad y con la Patria.

Como también cumplieron otros dos amigos entrañables, a quienes tuve el honor de integrar a un grupo en el que nos reuníamos semanalmente a hablar —yo les escuchaba realmente— , de los temas más amplios y diversos sobre: literatura, cine, filosofía, arte, política o de historia. A Pedro Saad Herrería —matemático, historiador, político, socialdemócrata, humanista, cineasta, guionista, actor, diplomático, filósofo, sencillo, noctámbulo y divertido—  le preguntamos si creía en un Ser Superior. Él respondió que no, que creía en la Historia porque ella recogía la manifestación humana desde que existe la memoria, y que eso nos da una breve comprensión de lo que es el Infinito; por ello respetaba fielmente las creencias ajenas porque cada una es parte del Universo en su conjunto.

Nuestras tertulias eran magníficamente complementadas con otro espíritu inmenso, de la misma estatura de Pedro, aunque con un perfil ligeramente diferente. Francisco Huerta Montalvo, médico, político, alfarista, admirador de Espejo, ilustrado, diplomático, fue alcalde de Guayaquil, candidato presidencial, periodista, agnóstico, franco, sensible, profundo, directoPablo Granja< y solemne; también es la evidente demostración de que existe una moral laica respetada y respetable. Su patriotismo estuvo por encima de los riesgos personales que asumió; nunca le tembló la mano para firmar sus escritos, ni se le quebró la voz para denunciar la corrupción y los atentados en contra de la Patria. Pese a que Richard Dawkins sostiene que “los agnósticos son unos ateos descafeinados”, ellos fueron la esencia de la ética pública.

Y ninguno se creía ni dueño de la verdad ni proclamaban su inteligencia…