Ecuador en descomposición estatal

El país enfrenta uno de sus momentos más álgidos, y tal vez irreversible, a nivel estatal, institucional y social.

La población vive realidades regularmente ignoradas por las autoridades, quienes claudicaron frente a los desafíos que conlleva gobernar y dejan que se hunda el país.

El crimen resulta ya inmanejable y no hay ninguna señal proveniente del ministerio de Gobierno que indique que las cosas vayan a cambiar. Solo en un fin de semana en Guayaquil se registraron 14 muertes por sicariato; los asaltos y robos de domicilios son ya incontables a nivel nacional.

Anarquía total y fracaso de las instituciones, incluidas la institución policial los juzgados; incluso cuando los delincuentes son apresados salen enseguida y se vela más por los victimarios que por las víctimas. Son pocos quienes tienen confianza en la justicia o en aquellas instituciones llamadas a reprimir la delincuencia. El pesimismo aumenta al analizar el narcotráfico, que tiene mayor presencia en el territorio que el mismo Estado, o si miramos con objetividad la situación carcelaria, una de las peores en nuestra región. Otra institución caída en desgracia es el Registro Civil. Pedir cédula o pasaporte se ha vuelto igual o peor a como era hace 20 años.

La situación del país es dramática y los millares de ciudadanos que migran a otros países para buscar mejores oportunidades son ejemplo de ello. Mientras tanto, aquí mismo, en su casa, se les humilla con colas interminables en los consulados de países “amigos”, donde ya nos piden visa inclusive careciendo de las instalaciones adecuadas para tramitar y otorgar la misma de manera digna y ágil.

La Asamblea Nacional es otra institución fallida y que carece de toda confianza. Allí, más que leyes, se fraguan repartos y corrupción, o por lo menos esta es la percepción general.

En medio de todo ello, el presidente Lasso viaja para llevar más Ecuador al mundo y ni siquiera presenta aún su plan económico. El país  ha fracasado; el Estado no existe e insistir que estamos mejor porque una minoría dominante orienta a la opinión publica o vive feliz felicitándose entre sí es una falacia que pronto podría reventarles en la cara.