Fue un tuit desafortunado del ‘llavero’ Arauz: “El odio ya pasó de moda. En mi gobierno, jamás perseguiremos a ningún opositor.” Más infortunado uno de Correa, amenazando a sus opositores: “Aquí están muchos de los cómplices de Moreno. Son todos los que están, pero no están todos los que son. Prohibido olvidar.” Asustó aún más este otro tuit del caudillo prófugo en Bélgica: “Todo era cuestión de tiempo… Pronto les tocará el turno a los sinvergüenzas de aquí…”, sobre la prisión de la expresidenta boliviana Jeanine Áñez.
El tirano amenazó a los que enfrentaron a su gobierno y denunciaron la corrupción. El ‘llaverito’, callado para que no le digan “traidor”, palabra fácil en boca del lenguaraz del ático belga.
El odio no estuvo ni debe estar de moda. Correa dejó un país dividido entre partidarios (a cambio de cargos, contratos, sobornos, sánduches y colas) y opositores, algo normal para él, un boy scout resentido, pero no para el resto.
Para endulzar su imagen, Arauz ofrece cosas incomprensibles como “la descarbonización de la transportación”, mientras hace una minga recogiendo desechos del río Machángara. Suena falso. Igual que cuando usa un dashiki (prenda masculina del África occidental) para reunirse con afrodescendientes. Promueve la imagen de “no odiador” que no tiene y peor, su mentor.
¿Cómo se desmarcará Arauz de los prófugos de la justicia reunidos con él en México? Dicen que fue en noviembre, pero hay dudas. Estaba el caudillo fugitivo del ático belga, los Alvarado (el del grillete y el fugado), Patiño y Rivadeneira (que se escaparon antes de que los juzguen), René Ramírez (el seudo genio de Yachay), Augusto Espinoza (ministro de la red de maestros violadores) y Pabel Muñoz.
Señor Arauz: usted dijo que el odio pasó de moda, pero su mentor lo impuso como política de Estado en 523 sabatinas. Habló todo un año de los diez que gobernó, especialmente de odio. ¿Como presidente, Arauz firmaría un decreto para erradicar el odio? ¿Cuándo dejará de mentir, como en el debate presidencial?
“También los cristianos primitivos sabían muy exactamente que el mundo está regido por los demonios y que quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno produce el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente pasa lo contrario. Quien no ve esto es un niño, políticamente hablando”, dijo el sociólogo Max Weber. Nueva advertencia. El odio no debe volver.