Desaparecerá Hacienda de Solanda en Quito

Quito enfrenta amenazas en varios frentes; todo nuestro territorio está colapsando. La hacienda patrimonial de la Marquesa de Solanda, quien se casó con el Mariscal Antonio José de Sucre, está en inminente riesgo de ser arrasada por el Río Monjas, ante la inacción indolente de las autoridades municipales, cuyas omisiones reflejan ignorancia y poco sentido de pertenencia hacia la memoria histórica de Quito.

No se defiende lo que no se conoce y no se ama. “En Quito encontró el cumanés un Amor de Sinceridad en Mariana Carcelén”, escribe Alfonso Rumazo González. Sucre luchó por Quito y el Ecuador, se enamoró de Quito y de una quiteña, y quiso que sus huesos se quedasen en esta tierra. La tibieza es condenada en las Sagradas Escrituras; también su palabra habla de no dar perlas a los cerdos, porque es obvio que estos nunca apreciarán su valor. Quito es una invaluable joya milenaria, es patrimonio de la humanidad y luz de América.

¿Cuál ha sido la comunicación y la gestión real que el IMP, el INPC, el alcalde destituido y otras instituciones han hecho con respecto a la hacienda patrimonial de la Marquesa de Solanda que atesora parte de nuestra historia? ¿Cuál su llamado, sus presupuestos y acciones concretas para evitar este inminente desastre? El grave problema ambiental del río Monjas y la pésima planificación territorial conllevan, además, riesgos urbanos y afectaciones para la vida misma de varias familias como lo han denunciado los ciudadanos.

El periodista Tomás Ciuffardi, de Teleamazonas, quien ha hecho una valiosa investigación de este tema, informó que el Municipio dejó a medias una obra de protección para esta hacienda patrimonial. Seguramente para el despilfarro, la corrupción, la publicidad engañosa y obras inconsultas sí hubo celeridad y millones. El populismo patético se aferra a la codicia y al poder; no le gusta competir ni ceder espacios a la gente capaz; vive de la apariencia y el engaño. Quito dijo no a la corrupción y no echará perlas a los que no saben apreciar el bien común ni respetar el valor de nuestra historia luminosa y libertaria.

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