Los cubanos gritan: “libertad, patria y vida”

El modelo político creado en 1959 por los hermanos Castro y “el asesino de Rosario”, Che Guevara, se agotó. El socialismo no da más y solo genera pobreza, aunque los dirigentes acusen -siempre- “al malvado imperialismo yanqui” ante su ineptitud para resolver las carencias del pueblo, que salió a las calles gritando “libertad”. “Socialismo, patria o muerte” es un lema caduco. El pueblo ahora pide “patria y vida”, como cantaban los raperos, desde febrero pasado.

El régimen de Díaz Canel acusa a EE. UU. de provocar las protestas en la isla “con una política de asfixia económica” y dice que los manifestantes “tuvieron la respuesta que se merecían” el pasado fin de semana. ¿Por qué se calentó Cuba? Las protestas cercan a un sistema acostumbrado a reprimir a la disidencia, en medio de una crisis sanitaria, por el fracaso del gobierno para controlar el contagio de la covid-19, apagones, escasez de alimentos, inacción y aprietos económicos que no calman tenues medidas aperturistas.

Desde cuando Fidel era el mandamás, los jerarcas de la isla sabían que debían controlar la protesta callejera (con los Comités de Defensa de la Revolución, creados un año después de la llegada de los “barbudos” a La Habana). Castro decía: «dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución, nada”, aclarando que nadie puede salirse del sistema y -de paso- de la isla. Fue una de las pocas ocasiones en que el gobierno desplegó a los temibles “boinas negras” para reprimir protestas. Una anterior, parecida -el “maleconazo” de 1994-, cesó cuando apareció Fidel, durante el “período especial”, tras el colapso de la URSS.

El presidente estadounidense Joe Biden apoya las protestas en Cuba y pide que el “régimen escuche a su pueblo” porque “está ejerciendo con valentía derechos fundamentales”. Tras cierto deshielo en tiempos de Obama y un congelamiento de relaciones con Trump, Biden mantiene a Cuba en la lista de países que protegen al terrorismo y critica las misiones médico-ideológicas cubanas a otros países.

Son las mayores movilizaciones contra el régimen en treinta años. No es una revolución sino una protesta contra un sistema que mantiene ajustes, desigualdades y una fuerte crisis social y económica, mientras los líderes comunistas mantienen privilegios. Pero, de golpe o intentona, nada. Es gente cansada que pide cambios urgentes, ante un gobierno que no sintoniza con los tiempos y está estancado en un sistema que colapsó, pese a ciertas reapariciones fugaces del llamado “socialismo del siglo XXI”.