Cosas que hacer

Alfonso Espín Mosquera

Violencia engendra violencia, dice el adagio popular y, no se equivoca porque la sociedad en que vivimos es una especie de círculo vicioso, producto de la repetición de conductas entre unos y otros, a lo que se suma la actitud cultural de ciertas modas que se hacen tendencias al punto de dirigir peligrosamente la vida de millones de seres humanos.

La mayor parte de veces, solamente se copia lo malo y se soslaya lo bueno, cuando a pesar de tanto mal, sí hay novedades buenas en el país, por ejemplo las 22 medallas obtenidas  en los Juegos Sudamericanos.

Ciertamente el deporte nos recompone con satisfacciones que no nos dan los políticos y es de esos triunfos deportivos de los que tenemos que hacernos para levantar nuestra moral. Vale la pena reconocer lo que tenemos alrededor, nuestras letras, música, las tradiciones ancestrales, la fauna y la flora tan espectacular que no existe en otros lares.

Es necesario interesarnos en nuestros intangibles, creer en lo que tenemos y somos, volver a buscar el ser más allá del tener; de lo contrario nuestra vida se reducirá a espejismos vanos que a la postre se terminan y no tienen asideros contundentes para sostenernos.

Los niños, jóvenes y aun la gente mayor deben cambiar de actitudes. Darse oportunidades de salir a la naturaleza, descubrir en la vida real una existencia válida, más allá de la virtualidad. Entender que el ser humano, necesita afectos, respeto, consideraciones que solamente nos da el contacto y el servicio a los demás.

No es posible descuidar los pequeños detalles humanos; por ejemplo, entrar y salir de un ascensor sin saludar y despedirse. No es correcto hacer una profesión con el único objetivo de ganar dinero, cuando hay que explotar a cabalidad las potestades intrínsecas de cada uno en beneficio del bien común y tampoco hay que descartar la honestidad como forma de vivir, aunque la sociedad nos impulse aberrantemente a delinquir.

Hay que comprar lo necesario, no solamente  lo que dice la moda que debemos tener; hay que descubrir al aire la libre la vida, palpar la tierra, recibir el sol y respirar alegremente el aire para entender que poseemos vida.

Ojalá volver a los juegos de nuestros padres o reinventar alegrías para distraernos al margen de los computadores, percibir el contento de una cometa al viento y sus movimientos en el aire.

No creernos todo lo que dicen las redes sociales; entender que ser los mejores no significa tener fama, pues esta es efímera y no importante. Un ‘like’ dado por nuestros seguidores es interesante, pero es más un abrazo a nuestros congéneres, un saludo afectivo a la gente que camina junto a nosotros; de lo contrario, desperdiciaremos las hermosuras del universo y terminaremos violentamente con nuestra propia extencia.

Violencia engendra violencia, dice el adagio popular y, no se equivoca porque la sociedad en que vivimos es una especie de círculo vicioso, producto de la repetición de conductas entre unos y otros, a lo que se suma la actitud cultural de ciertas modas que se hacen tendencias al punto de dirigir peligrosamente la vida de millones de seres humanos.

La mayor parte de veces, solamente se copia lo malo y se soslaya lo bueno, cuando a pesar de tanto mal, sí hay novedades buenas en el país, por ejemplo las 22 medallas obtenidas  en los Juegos Sudamericanos.

Ciertamente el deporte nos recompone con satisfacciones que no nos dan los políticos y es de esos triunfos deportivos de los que tenemos que hacernos para levantar nuestra moral. Vale la pena reconocer lo que tenemos alrededor, nuestras letras, música, las tradiciones ancestrales, la fauna y la flora tan espectacular que no existe en otros lares.

Es necesario interesarnos en nuestros intangibles, creer en lo que tenemos y somos, volver a buscar el ser más allá del tener; de lo contrario nuestra vida se reducirá a espejismos vanos que a la postre se terminan y no tienen asideros contundentes para sostenernos.

Los niños, jóvenes y aun la gente mayor deben cambiar de actitudes. Darse oportunidades de salir a la naturaleza, descubrir en la vida real una existencia válida, más allá de la virtualidad. Entender que el ser humano, necesita afectos, respeto, consideraciones que solamente nos da el contacto y el servicio a los demás.

No es posible descuidar los pequeños detalles humanos; por ejemplo, entrar y salir de un ascensor sin saludar y despedirse. No es correcto hacer una profesión con el único objetivo de ganar dinero, cuando hay que explotar a cabalidad las potestades intrínsecas de cada uno en beneficio del bien común y tampoco hay que descartar la honestidad como forma de vivir, aunque la sociedad nos impulse aberrantemente a delinquir.

Hay que comprar lo necesario, no solamente  lo que dice la moda que debemos tener; hay que descubrir al aire la libre la vida, palpar la tierra, recibir el sol y respirar alegremente el aire para entender que poseemos vida.

Ojalá volver a los juegos de nuestros padres o reinventar alegrías para distraernos al margen de los computadores, percibir el contento de una cometa al viento y sus movimientos en el aire.

No creernos todo lo que dicen las redes sociales; entender que ser los mejores no significa tener fama, pues esta es efímera y no importante. Un ‘like’ dado por nuestros seguidores es interesante, pero es más un abrazo a nuestros congéneres, un saludo afectivo a la gente que camina junto a nosotros; de lo contrario, desperdiciaremos las hermosuras del universo y terminaremos violentamente con nuestra propia extencia.

Violencia engendra violencia, dice el adagio popular y, no se equivoca porque la sociedad en que vivimos es una especie de círculo vicioso, producto de la repetición de conductas entre unos y otros, a lo que se suma la actitud cultural de ciertas modas que se hacen tendencias al punto de dirigir peligrosamente la vida de millones de seres humanos.

La mayor parte de veces, solamente se copia lo malo y se soslaya lo bueno, cuando a pesar de tanto mal, sí hay novedades buenas en el país, por ejemplo las 22 medallas obtenidas  en los Juegos Sudamericanos.

Ciertamente el deporte nos recompone con satisfacciones que no nos dan los políticos y es de esos triunfos deportivos de los que tenemos que hacernos para levantar nuestra moral. Vale la pena reconocer lo que tenemos alrededor, nuestras letras, música, las tradiciones ancestrales, la fauna y la flora tan espectacular que no existe en otros lares.

Es necesario interesarnos en nuestros intangibles, creer en lo que tenemos y somos, volver a buscar el ser más allá del tener; de lo contrario nuestra vida se reducirá a espejismos vanos que a la postre se terminan y no tienen asideros contundentes para sostenernos.

Los niños, jóvenes y aun la gente mayor deben cambiar de actitudes. Darse oportunidades de salir a la naturaleza, descubrir en la vida real una existencia válida, más allá de la virtualidad. Entender que el ser humano, necesita afectos, respeto, consideraciones que solamente nos da el contacto y el servicio a los demás.

No es posible descuidar los pequeños detalles humanos; por ejemplo, entrar y salir de un ascensor sin saludar y despedirse. No es correcto hacer una profesión con el único objetivo de ganar dinero, cuando hay que explotar a cabalidad las potestades intrínsecas de cada uno en beneficio del bien común y tampoco hay que descartar la honestidad como forma de vivir, aunque la sociedad nos impulse aberrantemente a delinquir.

Hay que comprar lo necesario, no solamente  lo que dice la moda que debemos tener; hay que descubrir al aire la libre la vida, palpar la tierra, recibir el sol y respirar alegremente el aire para entender que poseemos vida.

Ojalá volver a los juegos de nuestros padres o reinventar alegrías para distraernos al margen de los computadores, percibir el contento de una cometa al viento y sus movimientos en el aire.

No creernos todo lo que dicen las redes sociales; entender que ser los mejores no significa tener fama, pues esta es efímera y no importante. Un ‘like’ dado por nuestros seguidores es interesante, pero es más un abrazo a nuestros congéneres, un saludo afectivo a la gente que camina junto a nosotros; de lo contrario, desperdiciaremos las hermosuras del universo y terminaremos violentamente con nuestra propia extencia.