Comunicación y gobierno

César Ulloa

El debate en la opinión pública acerca de la comunicación política del gobierno ha caído en un cajón de sastre. Al parecer hay criterios para todo gusto y provienen de una infinidad de fuentes, es decir, por parte de expertos hasta los que se generan del ciudadano común. Al respecto habría que diferenciar algunas cosas: contextos, mensajes, estilos, medios, formatos, géneros y voceros, dentro de un paraguas mayor que se llama plan. La pregunta inicial para meternos en el debate es: ¿hubo un plan de comunicación o simplemente activismo, buenas intenciones o decisiones técnicas, asesoría efectiva o discrecionalidad del Gobierno?

Un escenario que no deja de levantar polvareda es el siguiente: si el Gobierno, en palabras del presidente, ha hecho mucha obra durante un año y cuatro meses, ¿cómo se explican sus malas calificaciones en materia de aceptación y credibilidad? ¿Es ‘culpa’ de la comunicación o, acaso, las obras están desconectadas de las necesidades prioritarias para la población? Podría suceder, entonces, que las encuestas se concentran en los lugares, en donde no hay intervención efectiva del Gobierno y por eso, el primer mandatario no goza de respaldo como ocurre en Quito y Guayaquil. Lo anterior es una especulación sujeta a prueba.

¿Acaso la opinión pública no sale de la comparación entre la política de comunicación de Correa y la revolución ciudadana con la de Lasso y el encuentro? Más allá del camino fácil y el atajo, resulta necesario advertir que la comunicación gubernamental, indistintamente del mandatario de turno, debe lograr una comunidad de ideas respecto de hacia dónde vamos como país, cómo lo vamos hacer, con qué recursos, cuáles son los aliados, en qué tiempos cumpliremos objetivos y metas.

Luego habría que examinar en qué lenguaje, formato, medios y momentos quiere y acepta recibir información cada una de las audiencias y, además, qué grado de utilidad, pertinencia y pertenencia producen. La comunicación política no debe servir para encantar a las sirenas, sino para mejorar la compresión de la vida pública y edificar la ciudadanía.