Corte Internacional Anticorrupción

PACO MONCAYO

Ecuador es víctima, en la actualidad, de un brutal ataque de la delincuencia y se muestra inerme frente al poder del crimen organizado nacional e internacional, que campea en los campos y las ciudades, sembrando incertidumbre y pánico. El populismo judicial reflejado en un Código Orgánico Integral Penal, expedido para satisfacer intereses políticos demagógicos y cortoplacistas; la supresión del Ministerio Coordinador de Seguridad y del Ministerio de  Justicia; la exclusión de las autoridades locales de sus responsabilidades en el campo de la seguridad ciudadana; el debilitamiento intencional de las capacidades operativas de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas; el empleo de la Inteligencia en misiones de politiquería intrascendentes; todos estos factores y muchos más, han dejado en indefensión al pueblo ecuatoriano.

 Súmese a lo anterior la corrupción en todos los estamentos de la conducción política; la politización de una justicia utilizada para perseguir a los inocentes y asegurar impunidad a los poderosos; la judicialización de la política y del control, instrumentados para anular a quienes incomodan al poder; las estrategias utilizadas por el narcotráfico y el crimen organizado en general, para cooptar jueces, fiscales, policías, militares y políticos, y el cuadro de horror queda completo. Para colmo, una respuesta apática de la sociedad, que da por sentado que el poder es una forma usual de enriquecimiento rápido y fácil.

Para enfrentar esta enfermedad de alcance global, se ha propuesto la creación de una Corte Internacional Anticorrupción, similar a la Corte Penal Internacional de Roma, competente para combatir la impunidad de los poderosos frente al cometimiento de crímenes de genocidio, crímenes de guerra y otros crímenes contra la humanidad. Un organismo de esta naturaleza generaría un efecto disuasorio para los cleptócratas de países con sistemas de justicia débiles, politizados o corruptos y constituiría un mensaje potente por parte de la comunidad internacional, de intolerancia hacia la gran corrupción. Es una iniciativa que los Estados del mundo deberían apoyar para proteger su propia supervivencia.