Consensos versus arrolladoras victorias

Los voceros del diálogo cuatripartito que mantiene el Gobierno con los movimientos indígenas tienen la cualidad de darnos el beneficio de la duda, lo cual habla de cómo lo perciben. Se dice que hay acuerdos (el Gobierno), que el diálogo continúa (voces indígenas de las comisiones) y un denso escepticismo, Leónidas Iza.

Parecería un diálogo de sordos. Para parte importante de la opinión pública el disenso sigue reinando. Para otros la posibilidad de forjar un consenso, se desvanece poco a poco. Para una minoría curiosamente optimista se tomarán decisiones que encajen bien en la población, no sólo para los dialogantes. Y que, por lo menos esta vez, salgan propuestas para atenuar el impacto de la crisis mundial.

Lo cierto es que aplicar la Ley en todos los casos permitirá debatir racionalmente sobre los alcances y límites del poder, tanto de los movimientos indígenas como del Estado. Ayudará a cuidarnos de discursos alejados de la realidad y evitar que se manejan con verdades a medias.

¿Qué nos hace pensar que el resultado de la aplicación de estos instrumentos puede favorecer a un escenario cualitativamente mejor, a que entremos en el reino de la causalidad —que ordena la vida y ofrece una explicación a los acontecimientos— y a que dejemos a un lado el de la casualidad —que lo agrava todo, y que nos remite a sucesos fortuitos sin relación entre ellos—?

En tiempos de crisis, y los actuales lo son, se esperan líderes a la altura de las circunstancias. Los dialogantes deben replantearse los suyos. Quienes se dicen marxistas saben que la casualidad (lo subjetivo) sorprende, intriga, nos deja desarmados.

¿Quieren consensos o “arrolladoras victorias”? Por necesarios, se esperan acuerdos. Insistir en la estigmatización del adversario, lo mismo desde el gobierno que desde los movimientos indígenas, puede incitar a la violencia. Nada más ajeno a la búsqueda del bien común, que la Ley y la Constitución obligan.

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