Con fuerza y sin reposo

Alejandro Querejeta Barceló

El arte que en Ecuador se practica con fuerza y sin reposo es el arte de la descalificación, el que hace que el oponente parezca anticuado, incompetente, incluso odioso. Y las creencias de que “nada es lo que parece”, “todo sucede por una razón” y “todo está conectado”, nos remiten de continua a las llamadas “teorías de la conspiración”. La incertidumbre lo inunda todo.

Parejamente se ridiculiza a los opositores, pero no se prueba que en sus señalamientos estuvieran equivocados. El Gobierno de alguna manera entra al ruedo con estas ‘armas’ para hacer oposición a la oposición, y la oposición echa mano de ellas para ‘arrinconar’ al Gobierno. Se culpa a las redes sociales de cruzar de continuo el límite entre lo verdadero y lo falso, pero no solo a ellos hay que culpar.

Las mentiras se difunden más rápido que los hechos. Para muchos, por alguna razón los hechos son muy aburridos. Prefieren las mentiras, en especial cuando están impregnadas de miedo, de ira y de odio. Las acusaciones públicas, guerra psicológica, desinformación, presiones políticas y económicas son el pan de cada día en nuestro país, sometido a una fuerte polarización social y política.

Los peligros que experimentamos ahora con este caos de desinformación y sucia retórica se quedan cortos ante los que experimentaremos en el futuro. Sabemos, por cuanto nos enseña nuestra historia, que si tocamos el fuego nos quema. Alguien debe poner un alto a este despliegue incesante de contenidos escandalosos, poco fundamentados o que son una absoluta falacia.

El pensador florentino Nicolás Maquiavelo retrataba al príncipe como el personaje que tenía un ojo puesto en el peligro futuro y otro en la amenaza presente. Lo que está ocurriendo es gravísimo y no hay tiempo para distraerse, y menos para mirar hacia otro lado. Este es un escenario que está sembrado de riesgos e incertidumbre. Y la mayoría de los individuos somos adversos a ambos.

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