Catálogos de males

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Carlos Freile

Al revisar con cierto cuidado los artículos de opinión de diversos medios, tanto nacionales como extranjeros, se puede constatar que sus autores tendemos a mirar la realidad con gafas obscuras: solemos regodearnos en los temas negativos, aquellos merecedores de ataques y críticas; revisemos algunos en el ámbito doméstico, tales como la delincuencia, el narcotráfico, la desnutrición infantil, la falta de empleo, el fenómeno del Niño, los errores de los gobernantes…. Todos asuntos cruciales para nuestra vida diaria, sin embargo brillan por su ausencia ciertos temas que también deberían servir de pretexto para sesudos comentarios, pongo como ejemplos un par de ellos: según notas de prensa en el Ecuador existen hoy más cantidad de hogares con mascotas que con niños menores de doce años; de acuerdo a testimonios de colegiales el consumo de pornografía entre adolescentes es masivo e incontrolado, gracias sobre todo al uso de teléfonos celulares. La pregunta inmediata debe referirse al futuro que nos espera como sociedad desquiciada. Callamos y miramos para otro lado.

Los medios internacionales también acusan restricciones en la elección de temas negativos preocupantes; es verdad que el cambio climático aparece por fas o por nefas, al igual que la Guerra en Ucrania o la inmigración ilegal. Pero se constata un ominoso silencio sobre otros puntos negativos de la actualidad: nadie, o casi nadie, comenta el exilio obligado, por miedo a un nuevo genocidio, de miles de armenios de Nagorno-Karabaj; todos callan sobre los miles de cristianos asesinados en Nigeria (más de cinco mil en un año); ya nadie habla de la represión en Cuba y sus presos políticos.

Llegamos a la conclusión de costumbre: en el mundo hay víctimas de primera y de segunda; impera la igualdad de los animales de la Granja de Orwell, unos más iguales que otros, con el agravante de que ahora hay animales-animales, no simbólicos, que preocupan más que los animales-humanos. Es más, ha aparecido un nuevo tipo de desigualdad: unos existen, se los visualiza, otros ni siquiera son, o son la mera nada absoluta. No hay peor ciego que el que no quiere ver.