Los sabios de la Grecia

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Carlos Freile

Los grandes pensadores de la Grecia Clásica, de Sócrates en adelante, con sus sesudos tratados sobre las leyes, la política, la ética deberían sentirse acomplejados frente a la inmensa cantidad de sabios que han florecido en los últimos tiempos en este rincón del mundo, antes tan hundido en la mediocridad cultural (según muchos de estos eruditos de internet).

No pasa un día en que en los diferentes medios de comunicación, tanto generales como grupales, aparezcan minitratados de cómo gobernar a Absurdistán, según nombre dado a nuestro país por un perspicaz intelectual. Artículos vienen, cartas van, mensajes proliferan, todos para aconsejar al presidente electo cuáles son las medidas a adoptar para salvarnos; pareciera que todo hijo de vecino es un clon de Montesquieu capaz de dar ideas sobre la organización del Estado; no faltan las reencarnaciones de Adenauer con recetas para la reactivación económica del país; tampoco quienes gozan de la inspiración privilegiada de los númenes de Bolívar e inventarse una nueva nación… En resumen, a un sinnúmero de ecuatorianos de variadísimo pelaje, de toda edad y condición, con PhD y sin él, plenamente alfabetizados o semianalfabetos, se les puede aplicar el viejo refrán: “Consejos vendo, para mí no tengo”.

Todos tienen normas para los demás, sobre todo para el nuevo presidente, pero jamás se han puesto a pensar si ellos mismos no deberán hacer un examen de conciencia sobre si en el pasado y en el presente han puesto toda la carne en el asador para que este país de Ripley salga adelante. Don Bosco, ese enorme educador de la juventud, les decía a sus salesianos que para ellos la expresión más horrenda debía ser “No me toca a mí”; en nuestro caso, se podría decir, “las medidas las debe tomar el gobierno, yo me sacrifico dando directrices, pero me siento a esperar los resultados y solo me preocupo de proteger mis intereses”. Ya es hora de dejar de hablar para dirigir a los demás y comenzar a pensar para orientarnos a nosotros mismos.

De manera similar a cómo clamaba parte del pueblo hace años, ahora gritemos “¡Déjenlo gobernar!” Ya se encargaron de llenar de obstáculos el camino del presidente saliente, de hacerle la vida imposible, para después criticarlo por bogar y no bogar. En las circunstancias actuales pongamos todos el hombro y guardemos la lengua. Callados estamos más guapos.