Las universidades en peligro

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Carlos Freile

Ha causado estupor, por decir lo menos, la renuencia de las máximas autoridades de tres prestigiosísimas universidades norteamericanas a condenar el llamado a asesinar judíos lanzado en manifestaciones estudiantiles a raíz del conflicto de todos conocido. Una vez estallado el escándalo por la inexplicable postura de condenar o no ciertas conductas en relación con las víctimas o victimarios presuntos, han salido a luz aspectos poco edificantes de alguna de esa personalidades académicas.

Se ha señalado que una de ellas no tiene publicaciones solventes, que ha cometido plagios, hasta en la dedicatoria de su tesis doctoral, que su currículum académico no debería permitirle dar clases ni en pregrado, sin embargo llegó a ser rectora de la más famosa universidad del mundo. La pregunta cae de cajón: ¿Por qué ha pasado algo tan bochornoso? A la llegada al rectorado de la persona en cuestión me refiero.

La respuesta también cae de cajón: en la gran mayoría de los centros educativos mundiales se ha impuesto poco a poco el respeto incondicional a “lo políticamente correcto”. Esta corrección viene a su vez dirigida por una corriente ideológica a la que se puede definir como pandémica: “el marxismo cultural”; esa corriente originada en las tesis de A. Gramsci, fortalecida por la Escuela de Frankfurt, de enorme influencia en los Estados Unidos, y engrosada por varios intelectuales franceses muy de moda, de Foucault en adelante (si usted no los cita ya no es un profesor respetable).

En síntesis, esa nueva forma de conectar la infraestructura con la supraestructura consiste en dejar de lado el mero componente económico de la explotación de unos a otros para pasar a otros elementos conflictivos, los que giran en torno al nuevo enemigo: “varón, blanco, heterosexual, occidental”, culpable de las nuevas formas de dominación por el mero hecho de serlo. Ya no se trata simplemente de acabar con el poder del dinero sino de “deconstruir la hegemonía cultural de la burguesía capitalista”. Por ello las universidades se han llenado de “gender studies”, “cultural studies”, “fat studies”, “colonial studies” y sus puestos directivos van siendo copados no por méritos académicos sino por la no pertenencia al grupo del nuevo enemigo.

No en balde la reacción del mundo académico todavía no contaminado ha sido de honda preocupación con un decidido propósito de no dejarse vencer por esa nueva revolución destructiva.