Estado laico y mentalidad

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Carlos Freile

En la justificación del pedido de legalización de la eutanasia en nuestro país, dirigido por un equipo de abogados a la Corte Constitucional, se lee: «Las creencias religiosas aun cuando siendo mayoritarias, no son suficientes en un Estado laico para impedir el ejercicio del derecho a la muerte digna, pues deben considerarse como injerencias indebidas al libre desarrollo de la personalidad». Más allá de la redacción, que copio de un artículo periodístico, creo conveniente recordar a los lectores un fragmento doloroso de nuestra historia nacional.

El estado laico fue impuesto a la fuerza por las tropas liberales de Alfaro y con ayuda extranjera en armas, personal, dinero; no fue escogido libremente por los ecuatorianos. Y se refrendó por años de fraudes electorales reconocidos por los propios beneficiarios y por una educación oficial laicista, expresamente contraria a la religión católica; la oposición a la fe no había sido solicitada por los padres de familia, al contrario.  Esta imposición se fortaleció con la expropiación de bienes a la Iglesia y a connotados opositores, desde antes de la promulgación de la Ley de Manos Muertas, con lo cual se cerraron instituciones dedicadas a la formación de niños y niñas pobres. Pero también influyó la institución del divorcio, con el evidente fin de debilitar a la familia, con lo cual se le da más poder al propio Estado. Luego vino el aborto y ahora la eutanasia, amén de otros cambios radicales.

A lo largo de los años se ha logrado cambiar la mentalidad (en el sentido de Marc Bloch) de los ecuatorianos; vale la pena reflexionar que el proceso no ha tenido en cuenta la opinión de las mayorías, para quienes hace un tiempo el laicismo significaba una auténtica y dolosa “injerencia indebida en el libre desarrollo de la personalidad” (me he permitido corregir la sintaxis), injerencia que ha violando sistemáticamente y por más de un siglo la libertad de los ecuatorianos, sobre todo de los padres de familia. Ahora se cosechan los frutos sembrados con balas, asesinatos y fraudes electorales sistemáticos. La mentalidad nacional ha cambiado.

En este proceso también llama la atención que los varios gobiernos han consultado al pueblo sobre diferentes temas, entre ellos si se permitirían o no las corridas de toros con la muerte del animal, pero nunca, que yo sepa, nunca, se le ha preguntado sobre el aborto o la eutanasia y se han impuesto por decisión de poquísimas personas. Y los promotores de estos cambios radicales se presentan como democráticos, defensores de los derechos, etc. Por lo menos reflexionemos sobre estas realidades, no nos convirtamos en bueyes voluntarios a quienes se les lleva de la nariz a donde quieran los iluminados sabios anunciadores del “futuro que canta”.