Acotaciones históricas

carlos-freile-columnista-diario-la-hora

Carlos Freile

Primera: En los últimos días se ha afirmado que Daniel Noboa es el presidente electo más joven en la Historia del Ecuador, lo cual no es verdad. El 22 de septiembre de 1830 en Riobamba Juan José Flores fue elegido por los diputados constituyentes Presidente Constitucional de la República, tenía entonces 30 años de edad. Daniel Noboa es el presidente más joven elegido por votación popular, universal y directa. En los primeros años de la República las elecciones eran indirectas y muy restringidas, Gabriel García Moreno fue quien reformó el sistema electoral, antes los ciudadanos elegían electores, estos a su vez elegían los diputados al Congreso quienes nombraban presidente por mayoría absoluta. García Moreno también eliminó la condición económica para poder votar. Flores, en consecuencia, fue electo dentro de las leyes que en ese entonces dirigían a la naciente república, no tomó el poder por las armas ni por designación de algunos notables.

Segunda: El 31 de octubre de 1932 asumió la presidencia de la República Juan de Dios Martínez Mera, quien había triunfado gracias al fraude que los liberales cometían sistemáticamente desde el gobierno dictatorial de Alfaro en 1895. Desde este año, hasta hoy, no se había visto en el Ecuador una oposición tan cerril y despiadada contra un gobernante como la llevada adelante por la oposición liderada por José María Velasco Ibarra. A Juan de Dios Martínez Mera le fue imposible gobernar por la labor obstruccionista del Congreso Nacional; al año de haberse posesionado fue destituido. Después de casi un siglo el Ecuador ha sido testigo de una situación similar, no idéntica: un gobernante, Guillermo Lasso, contra el cual se arremolinaron no solo la Asamblea (heredera del viejo Congreso), sino nuevas instituciones ajenas a la tradición democrática nacional como un ente de control social (¿?) y una Corte Constitucional muy poco respetuosa de la Constitución vigente. A ellos se han sumado una serie variopinta de expertos en opinión pública que lo han atacado no solo como “perros con hambre”, en decir de un político de antaño, sino como perros rabiosos. A Martínez Mera lo destituyó el populismo velasquista naciente, a Lasso no lo pudieron sacar de esa manera, pero le obligó a recortar su período el populismo correísta decadente.