Bicentenario de la Batalla del Pichincha: ¿motivo de celebración?

Emanciparse de España no fue libertad en estricto sentido. Una elite, apoyada por militares sublevados al yugo español, asumió el poder. A fines del siglo XVIII el sistema colonial declinaba y las ideas de independencia venían de Europa y EE. UU., donde se reafirmaba el capitalismo industrial, mientras España seguía con el esquema de privilegios y derroche de las riquezas extraídas de las colonias.

 Los criollos se rebelaban, pese a sus privilegios (fueron terratenientes quiteños los del grito del 10 de agosto de 1809, reprimidos a sangre el 2 de agosto de 1810). A pesar de la violencia hispana, el sistema decaía y seguían los triunfos de Bolívar entre 1819 y 1821.

En 1919 partieron desde Venezuela y tras 75 días, los hispanos cayeron en la batalla de Boyacá, y se liberó a la Nueva Granada. San Martín lo hizo en el sur del continente. En 1821, en Carabobo, Bolívar consolidó el triunfo en Venezuela, ayudado por los ingleses en el mar y con préstamos de dinero a los libertadores.

Guayaquil fue punto estratégico de la avanzada de las tropas libertadoras. Consolidada la toma del puerto, de Cuenca y el resto del futuro Ecuador (así nombrado por Bolívar en la Ley de División Territorial de 1824), el objetivo era Quito, bastión realista, controlado por tropas del mariscal Aymerich.

El Plan de Sucre funcionó. La noche del 23 de mayo acamparon en Chillogallo y esperaron. En la madrugada las tropas partieron por Lloa a las faldas del Pichincha. Al alba las tropas españolas advirtieron que tenían encima a los independentistas. El enfrentamiento duró horas. La gente en los balcones miraba la batalla sin tomar partido por ningún bando, hasta que se consolidó el triunfo granadino.

Las fuerzas de Sucre apuntalaron la victoria en las primeras horas de la tarde. Manuel J. Calle escribió sobre Abdón Calderón, joven cuencano que, según «Leyendas del Tiempo Heroico», tras perder sus extremidades al estallar municiones cerca de él, recogió la bandera tricolor grancolombiana y gritó antes de morir…»¡Viva la patria!», versión nunca comprobada y pilar de la nacionalidad.

Sucre y sus fuerzas sometieron a los realistas y se firmó la rendición. Quito era libre. Días después aparecieron en las paredes de Quito unas pintadas que decían «último día del despotismo y primero de lo mismo». La situación no ha cambiado. La alcaldía promociona un mural con Pikachu y la prefectura gastó casi medio millón de dólares en uno de un pintor correísta. Cosas poco serias que no deben celebrarse.