AMT y la cultura del engaño

La revisión vehicular en Quito se ha vuelto una verdadera tortura psicológica para los usuarios, que —además de ver cómo se juega y abusa de su tiempo— tienen que resignarse a la inutilidad y lo engañoso de dicho trámite.

De hecho, la revisión es una monumental muestra de la cultura del engaño. Por ejemplo, hay ciudadanos que no logran pasar este trámite porque no se abre la cajuela trasera; por no tener cabezales en asientos traseros; por tener luces LED que son más eficientes que las antiguas; porque se le despintó la placa; etc. Hay casos y casos, pero lo cierto es que en Quito circulan carros que a pesar de haber superado la revisión son obsoletos, contaminan o inclusive van con luces cegadoras.

Esto se da porque muchos usuarios, a pesar de no cumplir con los requisitos necesarios, el día de la revisión se la ingenian y se hacen prestar por amigos y/o familiares un catalizador o inclusive unas llantas para tener el visto bueno de la Agencia Metropolitana de Tránsito, que cae en la trampa.

Hasta hay mecánicas que, cerca de los mismos centros de revisión, operan para que se engañe a la institución y arreglan a los carros, regulando hasta las emisiones de gases. Una tomada de pelo recíproca y aceptada.

A eso se suman los incautos e ingenuos conductores que, ¡oh sorpresa!, descubren que se les quemaron los focos justo antes de entrar al patio para la revisión. Este año no había que hacer la revisión porque las instituciones no estaban preparadas, pero esto no entienden los burócratas, quienes no solamente no tenían listos ni los stickers, sino que además pretenden cobrar multas a los atrasados, culpables de no conseguir la cita a causa de una plataforma que simplemente no funcionó como debía.

Ha llegado la hora de debatir sobre la necesidad o menos de seguir con esta nefasta práctica que solo busca sacar beneficios económicos de la ciudadanía. Lo mejor sería aprender de los errores de 2022 y empezar a hacer controles donde sí sirven —o sea, en la calle y todos los días—. Eliminemos la revisión vehicular que solo representa a la cultura del engaño.