Amenaza de muerte

Kléber Mantilla Cisneros

 En un entorno de violencia, dar gracias a Fernando Villavicencio, hasta parece una ruptura del miedo social en paradoja al hacer una propuesta de periodismo de opinión distinta. Sin duda, una vida valiente

asusta a corruptos, narcotraficantes, maleantes y explotadores de recursos naturales, como nos decía el amigo de aulas universitarias, con esa sabiduría, humildad, resistencia y coherencia hacia un futuro profesionalismo del periodismo como destino. Ahora nos corresponde a los periodistas agradecer al colega, compañero de aula y amigo de mil campañas asumir el premio de escribir con valentía y servir a la gente sin sentir que somos carne de cañón.

En el país de la impunidad y la ingobernanza, lo que define una democracia, a la hora de escoger autoridades, es la calidad ética y moral de su gente.

Por supuesto que, en estos tiempos, hay soñadores, soldados, poetas, vanguardistas y denunciantes desinteresados, sino de dónde saldrían los héroes, los ‘don Villa’. En el escaso y agotador periodismo de investigación, del teje y maneje de situaciones, protagonistas y confabulaciones; falta también un semidiós que desnude posverdades, propagandas insensatas y noticias falsas. Hoy, en medio de la inteligencia artificial autómata, la presión policial, los niveles de criminalidad exorbitantes, las amenazas de muerte cotidianas y el nihilismo del narcotráfico acosador.

Si nos planteamos, que la mayor preocupación de los ecuatorianos, está ligada a la inseguridad, lo crucial deviene en hacer democracia, periodismo, y abrir espacios para escuchar opiniones, problemas actuales y futuros; y, desenmascarar el sistema de justicia corrupto que nos desgobierna. Toda esa explicación versátil de la evolución de la narcopolítica asesina a la que se atrevió denunciar y por lo que murió Fernando. Pensar y actuar como gente buena que se enfrenta a todo y todos los que se atreven a cruzar los límites: corruptelas, saqueadores y violadores de niños y generaciones.

Los orígenes y causales, quizá en un territorio inhóspito hace unos 17 años. Con esa narrativa dramática propia de una narco-novela que se reedita otra vez estos días en Colombia. Una otrora obra literaria de alta calidad con realismo mágico: un tirano, los saqueadores vulgares asaltantes de carreteras y dictadorzuelos pagados por mafias intocables. No obstante, Ecuador camina sin estar desmantelado de esa sinrazón de una robolución; por acá, sabemos que el fraude electoral no es imposible y el mundo digital escribe la historia contemporánea porque las decisiones más ruines vienen de un teléfono celular.

Las amenazas de muerte persisten y a veces, por prevención, paramos de escribir. Eso es todo.