¿ Y la cultura y la educación?

Alfonso Espín Mosquera

La corrupción, la violencia y la crisis económica son los ejes fundamentales que alimentan las noticias del día a día en el país. Los titulares de los diarios, la información que viene a través de las redes sociales y hasta las conversaciones de la gente, giran en torno a la deshonestidad de los políticos, el peligro que acecha en todo lugar, a más de las graves circunstancias económicas por las que atraviesa una mayoría de los ecuatorianos.

Ciertamente, para nadie es fácil vivir en los tiempos actuales. En el país hay un fuerte incremento del desempleo y de la falta de condiciones para emprender, lo que tienta a los nacionales a buscar nuevas formas de vida en otros países y, si a esto sumamos el accionar de una clase política deshonesta, negligente y solamente comprometida con sus intereses particulares, nos queda muy poca esperanza, pensando además en la inseguridad de la que somos víctimas a cualquier hora y lugar.

Todo lo anterior es una lamentable verdad del Ecuador actual y los candidatos hicieron sus campañas hablándonos de seguridad, economía y se “bañaron” de honradez, para pintarnos posibilidades maravillosas que puedan arreglar este perverso panorama.

No es sencillo lo que nos pasa;  sin embargo, hay otras esferas que importan profundamente también en cualquier sociedad y sobre las cuales no hemos escuchado a ningún candidato de los que participaron en la primera vuelta, ni a los dos finalistas, decir nada. Es el ámbito de la cultura y la educación, en un país con una población mayoritariamente joven, a la que se debe atender con prontitud y calidad en este aspecto. Tampoco se toparon estos cruciales temas en ese mal llamado “debate” de los candidatos a la Presidencia de la República, que a más de fallar en su formato, no tuvo el criterio de sus organizadores para abordar las problemáticas educativas y las necesidades de políticas culturales, para que el Ministerio denominado así: ‘de Cultura’, tenga funciones y justifique su existencia.

Una sociedad que no conoce su pasado, que no ama sus tradiciones y que no trabaja en su cultura, es un pueblo sin identidad y por tanto con una mente liviana, en la que las manifestaciones culturales que aún se producen en la Patria, simplemente se convierten en hechos de folklore o no pasan de ser una especie de souvenir, para hacer algo de turismo.

Más grave todavía si en el ámbito de la Educación no se proponen planes realmente serios que canalicen la necesidad de tantos niños, adolescentes y de los universitarios, en favor de un futuro válido para el país.

Hay que poner las cosas en orden. Los colegios que gradúan a los bachilleres deben cumplir con su misión: instruir para cursar la vida universitaria con válidas condiciones. Por otro lado, atender con los medios económicos y académicos a los planteles educativos; dignificar la labor docente, y dictar una legislación capaz de sostener una verdadera educación que establezca normas de tolerancia entre alumnos y autoridad a los docentes para que ejerzan una labor que verdaderamente dé frutos en la consecución de una sociedad mejor, en la que los padres deben comprometerse con su papel de enseñar respeto y responsabilidad a sus hijos, de lo contrario, no tendremos el país que todos deseamos y que merecen quienes vienen atrás.