Más allá de las contradicciones

Alfonso Espín Mosquera

En este mundo hay un juego de contradictorios en todo momento. Desde las cuestiones de la naturaleza, las personales, las circunstancias políticas, sociales y económicas. Todas viven dualidades, y en todos los casos los seres humanos se alinean en una de las dos posiciones.

En la naturaleza hay el día y la noche, el invierno y el verano; en la vida personal, se opone la alegría a la tristeza, la disforia a la euforia, la salud a la enfermedad; igual pasa en la economía: el déficit al superávit, la riqueza a la pobreza; en la política, la izquierda a la derecha, en fin, el bien al mal o el dulce a la sal, como contradictorios diarios y ancestrales de la existencia humana.

Lo cierto es que aun en las acciones de buena fe, en las más responsablemente realizadas, de manera consciente o inconsciente, se producen estos estados extremos y los hombres toman partido a un lado u otro. Difícilmente hay situaciones neutras y, por estos enfrentamientos, que van desde lo insignificante a lo fundamentalmente trascendente, la humanidad se ha enfrentado aun en disputas y guerras que han diezmado a lo largo de la historia a la población.

Hoy mismo en el país reaparecen una Asamblea Legislativa, un nuevo presidente de la República, otras autoridades y la gente se ubica a favor o en contra, de estos protagonistas.

Parecería un hecho espontáneo, que esta ‘ley de contradictorios’ se da porque sí, pero cuando analizamos los hechos, las circunstancias y el por qué, el cómo y el cuándo, comprendemos que hay trasfondos perversos que mueven a ciertos seres humanos a tomar acciones en favor de sus intereses, de sus bajas ambiciones, del dinero y la corrupción en la que se mueven, situación en la que inequívocamente les impulsa una especie de protervia que no conoce límite alguno.

La instrucción, la revisión histórica y de otras ciencias, nos permiten también advertir aberraciones manifiestas en la humanidad; por ejemplo, la inequitativa distribución de las riquezas en el mundo, las inmensas mayorías empobrecidas, frente a minorías opulentas; la soledad de miles de personas en medio de millones de congéneres; la corrupción rampante de los gobiernos, cuyas autoridades y funcionarios se han enriquecido infamemente a costilla de los dineros fiscales.

Las visiones neoliberales han sido patéticamente incapaces de solucionar la inequidad mundial y las corrientes marxistas. Se han movido en la utopía de realizaciones prácticas y, cuando han alcanzado gobernanzas, en la imposición que impide libertades y somete a totalitarismos absurdos.

Cuando las condiciones sociales y económicas gravitan en los pueblos, se producen caldos de cultivo válidos para que los populismos aparezcan con líderes redentores, con mesías que ofrecen soluciones que nunca llegan y que más bien sumergen a los pueblos en nuevas desesperanzas e ignominias.

Las experiencias dicen que el juego ideológico solamente ha sido un factor de engaño para que por costumbre o esnobismo los hombres se ubiquen detrás de ciertas tendencias, pero en la práctica sabemos que han fracasado profundamente las dos vías. Conocemos y estamos seguros que las corrientes políticas están infestadas de la corrupción de quienes las enarbolan como banderas de sus protervos fines, por lo que mientras el ser humano no enmiende profundamente sus prácticas y enderece sus afanes con agendas generales de los pueblos y no con sus propias mezquindades, caminaremos a la deriva sin sostén y rumbo al abismo.