Primero tragedia y luego farsa

Alejandro Querejeta Barceló

Lo saben bien unos y otros de los contendientes. El escenario político de Ecuador se calienta un poco más. Empieza la carrera final por la Presidencia de la República. ¿Lo peor? Que la gestión para paliar el desastre que experimentamos todos ante la gestión al tratar de combatir la pobreza y el crimen organizado. Hay que hablar en voz alta del fracaso y del miedo.

Son jóvenes los aspirantes y, sin embargo, no hay mucha novedad y menos originalidad en sus propuestas. Pero en ellos no está el peligro, sino en sus tutores y en las cortes que los acompañan. Hay algunas estrategias y discursos que se suceden calcados de manera indeleble de los que ellos solían sustentar. En ambos casos, la venganza está a la caza de votos.

Solo los tradicionales políticos nuestros creen que convencen a los que en nuestro país no tienen nada, es decir, la mayoría de los votantes. No estaría de más tener esto en cuenta en las encuestas. Gane quien gane, ¿seguirá repitiéndose lo vivido hasta hoy? La venganza suele garantizar votos entre los que se sienten engañados, humillados u olvidados. Hay aún unas semanas por delante de las elecciones.

Colores de esta etapa y de la próxima: el caudillismo, el autoritarismo, las habituales jerarquías de la izquierda y la derecha, la belicosidad y el patriarcado. Todos ellos profundamente desconocedores de la realidad ecuatoriana, que no toman en cuenta las diferencias entre sus habitantes, sino los intereses puros y crudos de sus cabecillas tanto de dentro como de fuera de nuestras fronteras.

Alimentan nuestro miedo y desesperanza sucesos que enlutan a la nación, así como sus motivaciones de fondo que, más temprano que tarde, acabarán distrayéndonos de lo esencial. Si es que la providencia, que algunos en situaciones parecidas, conceden la ciudadanía ecuatoriana, no interviene. Como alguna vez dijera el viejo Carlos Marx, la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa.

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