Abismo sin fondo

En la mitad de la penumbra, fueron engendradas la Noche y la Oscuridad, por su padre Caos (Khaos) que llegó del espacio sin límites, trayendo el desorden y la desolación.

De esta manera, los griegos de la antigüedad, en uno de sus mitos más expresivos y aleccionadores, representaron lo que hoy es sinónimo de anarquía, desconcierto, pandemónium, ya que, según la anotada versión clásica, el caos brotó en las entrañas del inframundo, para la infelicidad de los seres humanos y el imperio de la incoherencia y la confusión.

La acepción -de antaño y actual- de este término corresponde al abismo sin fondo o gran sombra, en razón de que, en sus dominios, florece tan solo el vacío infinito, la nada, la destrucción, la ausencia de claridad: esa región atrae, como colosal imán, las adversidades mayores que únicamente pueden ser aniquiladas con el aparecimiento y acción de la armonía, el orden, el respeto a los demás, el desarrollo, que constituyen los fundamentos de la civilización.

Cuando los pueblos caen en el precipicio de la perturbación, la agresión, la  ilegalidad, les llega el desbarajuste, la autodestrucción, el aniquilamiento del tejido social, para dar paso a la violencia que solo engendra mayor violencia, sufrimiento, muerte, retroceso, la corriente de odio que lleva cizaña y aniquila todo lo bueno.

El hombre puede realizarse plenamente en el seno de la sociedad únicamente cuando hay sana convivencia y existe la colaboración recíproca con otras personas, en el comportamiento constructivo, la concordancia de ideales y prácticas edificantes. Los países más desarrollados del planeta alcanzaron su alto nivel en el marco de la libertad, la paz,  la democracia, el trabajo, el buen liderazgo. Se llega más pronto a puerto seguro cuando todos reman en la misma dirección. La piedra y el palo son rezagos de la época de las cavernas.