A votar bien

Paco Moncayo Gallegos

Reconoce la filosofía estoica que, junto con nuestros pensamientos y actitudes, existen algunos factores externos sobre los que podemos realmente actuar e influir; pero, más allá de estos, lo demás queda fuera de nuestro poder. Un ejemplo clásico refiere de alguien que decide viajar por vía marítima a determinado destino, para realizar diversas actividades. Con este fin, selecciona la mejor empresa naviera, que le asegura un experimentado capitán, una selecta tripulación y una magnífica embarcación. Al llegar, le espera una agenda esmeradamente confeccionada.  Sin embargo, habrá circunstancias que quedan fuera de su control

Estas reflexiones caben para los ecuatorianos cuando ha iniciado la campaña para elegir autoridades locales, en un contexto incierto, con un sistema político intencionalmente deformado para asegurar a un movimiento político la perpetuación en el poder, al estilo de Cuba, Venezuela y Nicaragua. No está, por ahora, al alcance de los electores modificar la existencia de un sistema con 280 partidos y movimientos, ni la proliferación de candidatos, ni tampoco la calidad de estos;  pero sí la posibilidad de  votar bien, para llevar a las prefecturas, alcaldías, juntas parroquiales,  a los mejores ecuatorianos y ecuatorianas, con la certeza de que, si llegan personas idóneas al poder,  conforme a las normas constitucionales y legales, los ciudadanos podrán  intervenir en la construcción de planes y programas que se ejecuten con su participación activa y crítica.

No queda otro camino que el de un voto reflexivo, inteligente y responsable para superar la desesperante situación creada por políticos impreparados, demagogos y corruptos, que le han negado al pueblo el derecho de vivir en provincias, ciudades y parroquias seguras, productivas, competitivas, que generen empleo y riqueza, asegurando el bienestar y tranquilidad social. Por el bien de cada persona, de cada familia y del conjunto de la sociedad, existe un factor de poder fundamental bajo control democrático de la población: no equivocarse al momento de sufragar y defender los votos para evitar que sean objeto del último recurso de los políticos corruptos —el fraude electoral—.