7 – 44 – 220

Pablo Granja

Antes de morir en 1924, Lenin dijo: “Stalin es demasiado rudo, y este defecto… resulta  intolerable en el cargo de Secretario General…”. Y vaya si era rudo: durante su dictadura ocasionó cerca de 25 millones de víctimas por hambre, tortura, los gulags y el paredón.

En 1949, Mao Zedong se hace del poder, estableciendo la República Popular China. Pone en marcha el ‘Gran Salto Adelante’, cuya colectivización agrícola fue tan desastrosa que los gorriones fueron declarados contrarrevolucionarios por comerse las semillas en los campos y se los eliminó. El disidente del partido Chen Yizi escribió que: “La gente no tenía qué comer. Cuando ya no les quedaba nada, se comían los cuerpos de los que habían muerto hace poco”. Las purgas, asesinatos y hambrunas provocaron unos 65 millones de muertos, convirtiendo a Mao en el mayor genocida de la historia. Éste es el líder que inspiró a Mariátegui y a Abimael Guzmán, y los tres a L. Iza.

La URSS se disolvió en agosto de 1991. Al abandonar el sistema comunista, los países que se mantuvieron bajo su influencia se han convertido en democracias prósperas.  En China el sucesor de Mao, Deng Xiaoping, impulsó la transformación económica del país — ‘Reforma y apertura’— e impulsó la agricultura y el sector privado, modernizó la industria, se abrió al comercio exterior y a la inversión extranjera; con lo que han sacado a 740 millones de personas de la pobreza en los últimos 40 años. Es más que evidente que el comunismo ha fracasado. Sin embargo, en América Latina los populistas se niegan a aceptar esta verdad, decidiendo “renovar el pensamiento de izquierda, por un lado y utilizar la estrategia democrática para conseguir la concentración del poder, por el otro” (Axel Kaiser/Gloria Álvarez, ‘El engaño populista’). Esta renovación se inicia en 1990 con el Foro de Sao Paulo, que ha logrado resucitar al socialismo. Mientras  Europa oriental, Rusia y la misma China han salido de los sinsabores del comunismo ortodoxo, acá se empeñan en imponer este sistema oprobioso,  que utilizando una retórica falaz deliberadamente mantienen sin opciones a las personas para hacerlas absolutamente dependientes del Estado. Así lo han confesado algunos socialistas del siglo XXI, que reconocen que si la gente sale de la pobreza dejará de votar por ellos. Esta es la forma de sostener el poder en manos de una casta pseudo revolucionaria.

La dictadura cubana es eso: una casta que mantiene 63 años sometida a la gente en la miseria, mientras las revistas de farándula registran la vida de ‘jet set’ que la descendencia castrista no hace ningún esfuerzo por ocultar. En su estilo torpe y “a…tran…ca…do”, AMLO sostiene que sólo secuestran a los ricos, por tanto hay que evitar que la gente se enriquezca. Chávez decía que “ser rico es malo”, pero dejó que su familia y corifeos se atraganten como cerdos con gula. La consigna perversa es sabotear a cualquier país que ofrezca libertad y progreso. Como al nuestro, que lo tienen bajo ataque por todos los flancos, porque las fuerzas oscuras del populismo no pueden permitir que haya gobiernos exitosos que sepulten a los que ellos proponen. Si a alguien le queda alguna duda del doble discurso y mezquindad populista, circula en las redes unas declaraciones de R. Correa en que resalta los “logros de la revolución venezolana”, y sostiene que sugerir que ese país adopte la dolarización para salir de su crisis constituye una traición. Para él está bien que en el caso de Venezuela, pudiendo ser la economía más fuerte y sólida de América Latina, se mantenga a su población bajo las peores condiciones posibles. Como muestra, comparando las condiciones con nuestro país, el trabajo asalariado expresado en dólares, horas de trabajo semanal e inflación porcentual anual, en su orden son:

Ecuador: 450 – 40 – 4

Venezuela: 7 – 44 – 220

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