28 años

Paco Moncayo Gallegos

En el año 1941, la provincia de El Oro fue invadida por un ejército de 15 mil efectivos peruanos armados y equipados con lo más moderno de la época. Las ciudades fueron bombardeadas desde el aire y tierra. Paracaidistas saltaron y ocuparon Puerto Bolívar. Buques de guerra y submarinos navegaban hacia el golfo de Guayaquil. En la frontera, 2.500 soldados ecuatorianos, con apenas fusiles y algunas ametralladoras, resistieron heroicamente hasta el límite de sus fuerzas. La invasión se extendió a la provincia de Loja y la Amazonía ecuatoriana.

Con los territorios ecuatorianos ocupados, en 1942 se realizaron las negociaciones de paz en Río de Janeiro.  El Canciller de Brasil conminó al jefe de la Delegación ecuatoriana a admitir las condiciones impuestas. “Si no aceptan esta línea, la Mediación se retira dejando manos libres al Perú, y entonces Guayaquil será tomada dentro de 5 días”. “¿No tienen una espada quien les defienda?… Entonces tienen que aceptar la situación del país vencido y darse por satisfechos con la línea que se les ofrece…”. En esas dolorosas circunstancias se firmó el Protocolo de Paz, Amistad y Límites.

Al momento de colocar los hitos, surgió un problema en la Cordillera de El Cóndor y quedó un largo trecho de frontera sin demarcarse. Allí se produjeron enfrentamientos en 1981, 1990 y 1995. El Ecuador invitaba a los gobernantes del país vecino para sentarse a negociar los puntos pendientes. La respuesta era siempre la misma. “Con Ecuador no tenemos ningún problema, todo se solucionó en 1942”. Finalmente, después del conflicto armado en las cabeceras del río Cenepa, el Gobierno de Fujimori tuvo que aceptar “iniciar conversaciones para encontrar una solución a los impasses subsistentes”. Las negociaciones concluyeron en 1998, con la firma de una paz digna que abrió la posibilidad de una relación positiva y mutuamente provechosa para los dos pueblos.

28 años después, las dos naciones enfrentan, sin éxitos visibles, a sus verdaderos enemigos: el desempleo, la pobreza, la enfermedad y la discriminación, males agravados por la presencia del crimen organizado. Unir  fuerzas para mejorar la vida de las mayorías pobres, debe ser el mejor homenaje a los héroes de ambas patrias.