113 años de historia

Con el nombre de Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, el 24 de julio de 1909, en homenaje al natalicio del Libertador, se fundó —gracias a la visión e iniciativa de Federico González Suárez, su primer director— la Academia Nacional de Historia, que adquirió esta alta connotación en septiembre de 1920, mediante decreto legislativo con el ejecútese del presidente de la República, José Luis Tamayo.

Es una de las instituciones más antiguas, respetables y prestigiosas de nuestro país. Su trayectoria atesora capítulos de sustancial contenido para afianzar la identidad y la cohesión nacional, el sentido de pertenencia, el amor a la Patria.

Labora en Quito, en la patrimonial Casa Alhambra (Avenida Seis de Diciembre y Roca, esquina), gracias a la entrega que, bajo la figura de comodato, efectuó a la Academia, en el 2007, la I. Municipalidad capitalina, cuando Alcalde el Gral. Paco Moncayo Gallegos y director de la centenaria entidad el embajador Manuel de Guzmán Polanco.

Han dirigido esta corporación científica gente de reconocido nivel, especialmente intelectual. Esta ha sido una de las más sólidas tradiciones, desde sus primeros directores: González Suárez, Jacinto Jijón y Caamaño, Luis Felipe Borja (hijo) y los demás personajes que les sucedieron.

En estos predios se cultiva sobre todo la verdad, de acuerdo a las lecciones que dejó el eminente fundador, cuando en mensaje a los miembros de la institución, escribió en 1911: “Trabajad con tesón, con empeño, con constancia: no os desalentéis por las dificultades, no os acobardéis ante los obstáculos. Como la verdad es alma de la historia, buscad la verdad, investigad la verdad y, cuando la encontrareis, narradla con valor”.

Esto es lo que se hace en esta icónica Academia que marcha sin detenerse en el cumplimiento de su noble misión.