Mirada

Las minorías en China son una parte fundamental de su pasado y presente. En la gráfica, un monje Lama cruza frente al Parlamento del Pueblo Chino.
Las minorías en China son una parte fundamental de su pasado y presente. En la gráfica, un monje Lama cruza frente al Parlamento del Pueblo Chino.

CHINA todos los caminos conducen a ‘Roma’

Además de caminar por sus calles, conocer sus museos y hablar con su gente, parte de conocer una cultura extraña implica salir a divertirse a la manera de los locales. Y así fue como, después de tres días de visita en Beijing, la noche de un 31 de octubre evidenció esa paradoja difícil de comprender acerca de la actual cultura china.

Al caminar por la orilla del lago Houhai, donde se encuentran muchos de los bares y restaurantes en boga de Beijing, bailaba un grupo de unos 50 adultos, al son de una canción tradicional. Todos colocados en líneas rectas, formando unas 10 columnas, ejecutaban una peculiar coreografía de delicados movimientos, especialmente con las manos.

Era el día de Brujas. ‘Halloween’ como lo ha llamado la cultura norteamericana o ‘álovin’ como lo pronuncian los chinos.

Y allí, más adelante en el bulevar, aunque aparecía uno que otro disfrazado, sonrojado pero orgulloso por el despliegue de atención, el ‘manifiesto’ occidental que llevaba por lo menos uno de cada tres chinos aquel día de Brujas, era una diadema operada a baterías ‘AAA’ con dos protuberantes cuernos rojos y encendidos. Claro, el ‘Made in China’ impreso en el accesorio no podía faltar.

El bar de mayor concurrencia destilaba a Salsa, al ritmo de una cubana que portaba una peluca y sombrero de bruja para no desentonar con el ambiente. La bebida en las mesas: la cerveza norteamericana Budweiser.

¿Tradiciones obsoletas?

El arte tradicional chino es uno de los muchos aspectos de esta cultura que está lleno de los simbolismos que abundan en lo cotidiano. Así, cada elemento tiene su propósito: los bambúes de las pinturas simbolizan al hombre porque no se doblega; las flores simbolizan la delicadeza de la mujer. De la misma forma, el color rojo representa a la suerte y el amarillo, la nobleza.

Quizá por eso, Wang Meng Chun -o Julia, como ella se denomina en español-, una joven funcionaria de la Cancillería china, pareció no llegar a comprender el propósito o significado de las obras que observó junto a nosotros, en una exposición de arte moderno italiano, unos días después en Shanghai.

Hau Yong Bin, una estudiante de arte que recluta turistas en la Plaza de Tiananmen y los lleva a una sala en el Museo Nacional de Beijing, donde ella y sus compañeros exhiben y venden sus obras de arte tradicional, explica que estos simbolismos se aprenden desde la niñez y que estos y otras tradiciones y leyendas no tienen nada que ver con la modernidad y la tecnología. Por lo contrario, continúan dictando la forma en la que se debe llevar la vida y cómo se realizan las tareas cotidianas.

Sin embargo, es evidente que los jóvenes ignoran cada vez más, la aplicación de las tradiciones que regían la vida de sus ancestros e, incluso, sus padres. Las dos funcionarias de cancillería que nos acompañan explican que, en realidad, su generación está “occidentalizada, o más bien, americanizada”. Admiten que las nuevas generaciones no aprecian su legado familiar y que, para muchos, el interés por lo material ha sustituido la estricta austeridad que practicaban las anteriores.

Muerte de la equidad

En palabras de Kong Quan, viceministro de Relaciones Exteriores de la República Popular China, el modelo económico y social que persiguió el país en décadas anteriores “se enfocó demasiado en la equidad y afectó a la eficiencia”. Sin embargo, en los últimos años se trabajó en “mejorar la eficiencia del sistema, lo que a veces repercute en falta de equidad”.

Aunque de manera sutil, Kong Quan explica las grandes desigualdades que la sociedad china presenta: rascacielos en cuyas faldas mendigan niños y ancianos, y -menos dramático pero de iguales o peores consecuencias- desigualad de oportunidades en el campo académico y laboral.

Y es que en un país con más de 1.300 millones de habitantes, donde 200 millones viven con menos de un dólar diario, y cuya economía debe crear 20 millones de puestos de trabajo al año, la competencia laboral es casi tan brutal como sus prácticas capitalistas.

Y así, la lid no es solo por lograr un cupo en la universidad o carrera de su elección, sino más tarde por un puesto en el gobierno, el Partido o una multinacional –los trabajos que parecen rendir mejores ingresos o beneficios- y así, por un estatus más alto.

El estatus, en la China de hoy, ha dejado de medirse en términos de la sabiduría, el linaje o la lealtad al Partido, como fue en siglos y décadas anteriores, y hoy por hoy se tasa en términos de la tecnología, marca del carro, bolso o lentes de sol, capacidad de gasto o derroche, y muchos otros estándares ‘modernos’.

Proviniendo de un país como Ecuador, que mucho podría aprender de la sociedad y el desarrollo chino, es inadmisible juzgar consecuencias del capitalismo que parecen ser inevitables. Sin embargo, resulta extraño verlas en un país socialista.

Un punto de convergencia

La paradoja parece estar en todas partes. En ocasiones parecería que China occidentaliza su cultura o bien ésta se asemeja a lo occidental como consecuencia de la globalización. Cualquiera que sea el caso, la sinergia de las dos culturas parece ser inevitable.

Y así, se dan hechos como el cambio de nombre de la capital política china de Pekín a Beijing, por el simple hecho de que antes se intentaba hacer que los vocablos fueran más fáciles de pronunciar para los occidentales; o como el que se haya desarrollado un ‘dialecto’ escrito del mandarín en caracteres occidentales para que estos fueran de más fácil comprensión por aquellos que intentan aprenderlo.

La gastronomía oriental está tan de moda en occidente como las filosofías del mismo origen; cada día hay más estudiosos del budismo y taoísmo en culturas occidentales. Asimismo, se dan casos como la reciente fiebre en China por el fútbol argentino –los partidos se transmiten en vivo todos los fines de semana; o como el de Elena, quien asiste a la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing, y decidió hacer del español su carrera, gracias a la influencia de los personajes femeninos de la telenovela colombiana ‘Betty la Fea’.

Un enigma fascinante

Para los jóvenes en China, Mao Zedong fue una persona importante que hizo mucho por el desarrollo y la liberación del país. Sin embargo, muchos desconocen el verdadero impacto de hechos históricos como la Revolución Cultural o las primeras etapas del régimen comunista; especialmente aquellos cuyas vidas han cambiado drásticamente por los beneficios de la economía de mercado.

Con el tiempo, el sistema político de China fue logrando que sus habitantes dejen de lado sus creencias religiosas; hoy la mayoría de chinos no practican religión alguna. Las nuevas generaciones en las ciudades que han aplicado la apertura, viven en una sociedad liberal que permite el aborto en cualquier circunstancia, la unión libre, matrimonios celebrados bajo tradiciones occidentales y practica el culto al consumo y lo material. Y todo esto en claro contraste con las generaciones mayores, que visitan el mausoleo del presidente Mao con una devoción casi religiosa, después de haber esperado en fila por más de dos horas, o que asisten en grupos turísticos a la sede de la Asamblea Popular (parlamento), para retratarse frente al imponente edificio.

Aunque sea en una corta visita a China, esta paradoja no puede ser más evidente que al llegar a Shanghai. Allí se presiente lo que en poco tiempo llegará a ser el capitalismo chino. La arquitectura vanguardista, el desarrollo social y económico, el poder de las multinacionales y los vicios del consumismo confluyen en Shanghai. Incluso, tras la visita al Museo de Shanghai, a la famosa ‘Perla’ o torre de televisión que alberga una sala de exhibición de la historia de la ciudad y a la Primera Sede del Partido Comunista, los rastros de la historia socialista de China parecen estar en extinción. Al decir de un reportero del diario la Nación de Buenos Aires, esta semana, “Shanghai es la elegida del Gobierno central de este país comunista, para mostrar cuánto se subió a la ola capitalista”.