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Las obras infames de Pancho Marambio

Alfredo Bryce Echenique es el personaje escogido para rendir homenaje a Fernando Fernán Gómez, que ha bajado a la tumba el 21 de noviembre pasado. Entre el novelista peruano y el escritor español fallecido, quien además de director de cine y teatro era comediante de los mejores, una gran persona y un “mala leche” a tiempo completo, según sus conocedores, hemos detectado afinidades varias, pero nos decantamos por la esencial: el séptimo arte, al que los dos siempre han querido bien, como nosotros que de tal materia comentamos casa adentro; al contrario de los personajes citados, que llenos de saberes han expuesto del celuloide mirando siempre a la pantalla.

Tales hechuras de ellos nos han motivado a juntarlos en lo que toma -el “tiempo, que es una categoría del espíritu”- para decir: buen viento y mejor cine, por allá en su “viaje a ninguna parte” a Don Fernando, que no olvide que “las bicicletas son para el verano”.

Ahora al libro. Hemos repasado con tiento, talante y deleite ‘Las obras infames de Pancho Marambio’, la más reciente construcción narrativa del limeño Bryce Echenique, publicada por Planeta en primera edición en octubre de 2007, en 182 páginas que literariamente nos hemos bebido.

Sí, porque la novela es líquida. Recordábamos devaneando entre lecturas ‘La leyenda del Santo Bebedor’, de Joseph Roth. La muñeca del peruano no ha temblado. Se advierten improntas autobiográficas descritas con detalle. Memorias como las que constan en sus libros bitácora: ‘Permiso para sentir’ y ‘Permiso para vivir’. Valiente exposición del escritor que describe sin tapujos los descensos al averno, los martirios que consumen a los que se han enganchado al licor.
¡Qué obra maldita la de las drogas legales, de sus vendedores y fabricantes! ¡Qué cinismo el del Estado, que las sabe perniciosas y las admite! ¡Qué patraña, qué doble discurso resultan esos anuncios de advertencia que aparecen en las cajetillas de cigarrillos y en las botellas de licor! Son en realidad publicidad perversa, un desafío a los consumidores. Una provocación a duelo, que es recogida por muchos, que mueren en el largo plazo con el visto bueno oficial.
‘Las obras infames de Pancho Marambio’ son eso, las desgracias que acompañan a los que viven apuntados a los copetines de más o de menos. Que, al final, el efecto es el mismo. El mundo de los bebedores es “ancho y ajeno”, un “llano en llamas”, un tormento desgastador, una apuesta que impulsan día a día los que se llenan de dinero con la desgracia de familias inocentes. Un reguero de sangre que empapa en grandes cantidades a los jóvenes, que irreflexivos se dejan seducir por las malas artes de desalmados que los envuelven haciéndolos creer que todo en la vida, lo bueno y lo malo gira alrededor del alcohol. Pamplinas. Mentiras. Lo que viene atado a los vicios líquidos es el dolor y la degradación total del adicto.
Usted espabílese. Mírese al espejo y rompa cadenas. Lea y reaccione a tiempo. Sálvese, imponga voluntad.

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“-Estaba bebiendo suicidamente cuando lo internaron, lo cual sí resulta totalmente contradictorio en una persona que había sido ejemplo de mesura, tanto en la comida como en la bebida. Y de tabaco ni se diga, tampoco, porque el hombre jamás tuvo un cigarrillo entre los labios, ni siquiera entre los dedos de una mano. O sea que tiene que haber habido, muy probablemente, algo así como un minuto fatal”…Pág.141

Alfredo Bryce Echenique

Nació en Lima, Perú, el 19 de febrero de 1939. Nieto de un presidente de la República y descendiente del último virrey del Perú, el escritor tuvo una infancia dorada y frecuentó los mejores colegios de Lima. Esa época ha quedado inmortalizada en ‘Un mundo para Julius’. Estudió simultáneamente Letras y Derecho. Algunas de sus obras son ‘Tantas veces Pedro’ (1977) y ‘A vuelo de buen cubero y otras crónicas’ (1977). ‘La vida exagerada de Martín Romaña’ (1981) y ‘Magdalena peruana y otros cuentos’ (1986). ‘Crónicas personales’ (1988),‘La última mudanza de Felipe Carrillo’ (1988), ‘No me esperen en abril’ (1995), ‘Reo de nocturnidad’ (1997), ‘Guía triste de París’ (1999), ‘La amigdalitis de Tarzán’ (1999). En el 2003 ganó el Premio Planeta con la novela ‘El huerto de mi amada’.