A punta de lápiz

Fray Vicente de Solano fundó el periódico La Escoba en Cuenca, 1854.
Fray Vicente de Solano fundó el periódico La Escoba en Cuenca, 1854.

La escoba y el Arlequín, látigo sin fin

Metidos en la onda -¿será hondo?- del nacionalismo del siglo XXI donde todas las fiestas alienantes del extranjero pueril nos ha dejado sin un mínimo de inteligencia ‘identitaria’ –no de la cédula sino de cosmovisión-, la gravedad intensa del gobernante de turno, que ha vociferado en su contra, ha dejado a la juventud sin su ‘noche de brujas’, ni ‘navidad’ ni ‘Mama negra’ ni ‘fiesta del chagra’, quizás hasta sin el más sincrético ‘Inti raymi’, sin octavas ni ‘novenas’ ni ‘misas al niño Dios’ porque están influenciadas por el bárbaro conquistador, por el pecado de Occidente, nada de eso es nuestro, es ajenjo, perdón, ajeno.

Pero surgen rimbombantes los festejos andinos ‘puros’, ‘agua de vieja’ acabada de hervir, como aquel ‘Quitu raymi’, por poner un solo ejemplo, que acaba de concluir. Evento interesante, devenido de nuestro rancio ancestro indígena, atiborrado de la simbología pan-andina, cuyos cantos y lírica música de rondador y pingullo, alza su voz, cada año, de las voces y virtuosas manos de jóvenes rebeldes y originales –vestidos de negro, sin los colorinches de las bayetas, fajas o ponchos-, comparable al génesis, que cantan ‘rock heavy’, mosh, ‘metal’ con muerto delante, léase ‘death’, para mostrarse ecuatorianos, indios, andinos, únicos, que reverencian a nuestros antepasados, anteriores, creo, a los inventores del quipu, otros indios, pero conquistadores tan.

Este país es de minorías, pero es mestizo por mayoría –más que el afamado 80 % de la nueva Alianza, que no es anillo de compromiso sino atado de imposición a la bartola-, desde donde se lo mire, ausculte o verifique en laboratorio de ADN, tipo CSI gringa. La fiestas de Quito nacieron poco antes, o al mismo tiempo, de que ‘Los toros’ sean un negocio rentable, y como dice un chiste gallego: “si a tu vaca no le gustan los toros, llévala al fútbol”. Dice un sociólogo pensador que deberíamos festejar la independencia y no la fundación de la ciudad, como si el cambio semántico de situación, resolviera el tema de nuestra condición de ciudadanos mezclados en licuadora, con pensamiento de puré, y ansiedad de pureza, que en puridad, es la mezcla la que produce mejores sabores.

Fray Vicente Solano, cura travieso y ligero de mente, fundó el periódico La Escoba (Cuenca, 1854) con el objeto de ridiculizar a los ignorantes presumidos, irse en contra de la mediocridad, de los figurones vacuos escondidos tras sus ropajes de grandiosidad, bajo la divisa “No más tontos”. Más tarde el periódico desapareció. Como para darle una cucharada de su propio chocolate, un atildado caballero escritor dijo del canónigo rebelde: Su apellido es una paradoja pues lleva astro donde sus rayos no llegan nunca, por eso es que no para de rascarse allí para encontrar sus sabias ideas, mejor debiera pensar el curita con la cabeza, pues no pasa de ser culo atezado.

Un cinco de diciembre, con estudiantinas y serenateros, allá por 1915, nació en Quito el ‘Semanario humorístico festivo’ El Arlequín, creado por un grupo de escritores alfabéticos pues firmaban sus artículos con letras capitales. Y su ‘Ars’ periodística fue: Arlequín personaje de comedia, bohemio que canta y dice la verdad riendo, Sileno que olvida sus dolores para complacer al público, a veces indiferente a veces feroz, siempre descontento, que demuele con su irónica sonrisa. En su derecha el bicornio y el afilado sablecito de boj en la izquierda muy en alto, sobre el valle de calvas milenarias y la montaña infinita de intereses creados.

El Arlequín, personaje burlón, mirando al convidado o asunto de turno, fustigaba alegremente en contra de las arrogantes y pomposas actitudes de los ediles, poetastros y filósofos de vieja data y noveles, los truhanes y cuenteros, militares de estrellitas de oropel y gobernantes de cajetilla, sin que falten los divos y galanes de farándula, los caballeritos rancios y las damiselas fru fru. Su característica la carcajada, libre y fresca nacida de la ironía y mordacidad en la agudeza de sus textos, a veces ‘espantante’, como el cuento terrorífico de la Mariangula.

Este semanario no sólo era de ataque, también saludaba lo bien hecho, siempre con humor y enjundia, porque ante todo era cultural y literario sin que falten viñetas costumbristas bajo la lupa del látigo del humor. Estaba de moda el ‘spleen’ y el Arlequín preguntó si eso era ¿una enfermedad?, a un poeta grande: ‘Spleeen’ es una enfermedad de los que hemos gozado mucho, es el cansancio de la vida cuando ya se la ha exprimido el último jugo de lo poco que destila. Figúrese, ayer domingo no más, es día que no hay qué hacerse, he ido a ver la salida de misa, luego al parque, a las carreras, a los gallos, a visitas, he ‘ruado’ hasta el fastidio y he fumado entre cocktail y cocktail, terminando en el cine y en el billar, ¿quiere usted más? Y el Arlequín acota: Comprendo qué es el ‘spleen’ y tiene mucha razón. Permítame, gran poeta, darle un consejo: Váyase a dormir y no goce tanto.

El humor nace de la inteligencia, y es de pueblos civilizados reírse de sí mismos. El humor es punto de vista de individuos, no un decreto de estado por siglo veintiuno que sea. Aprender a leer y entender el humor es también asunto de la inteligencia. Quienes no son capaces de vivir con sentido del humor, son, como lo dijo alguien, sátrapas graves que al oponérsele se curan en sano, pues el guante que se han chantado ha sido a su medida. Así sea.

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