A punta de lápiz

La tierra tiene todas las formas y los colores que una mente o algún dios caprichoso pueden imaginar
La tierra tiene todas las formas y los colores que una mente o algún dios caprichoso pueden imaginar

Gina Villacís: Los gestos de la tierra

La escultora Gina Villacís mira directamente y en sus pupilas brilla un dejo de tristeza, su sonrisa es confiada y complaciente, pero no defiende ni ataca a menos que se trate de la brega para emprender una nueva obra. Son sus manos y sus delgados dedos los que contienen los cinco sentidos, miran, oyen, huelen, acarician, degustan, y como el alfarero, en el grado mayor de la artista, saben hacer lo que su mente y cuerpo quieren, desean. Es Gina cuerpo y escultura, es creadora y materia prima, su obra.

La tierra tiene todas las formas y los colores que una mente o algún dios caprichoso pueden imaginar, mezclándolos no son apenas transformaciones por la luz y la física, tienen armonía, ritmo, sonoridades a las cuales podemos acceder por sensibilidad, hay trompetas y diapasón, violines y bongós, la respiración pausada en un abrazo tibio, y la agitación desesperante de la tempestad, de la ira o el deseo inconfesable. Son tantos los colores que, para contarnos, necesitan de formas específicas, caprichosas, torneados por eras, deshechos en un instante como el beso amoroso que se rompe en el instantáneo reflejo de la sospecha en el iris del otro.

Gina Villacís conoce la tierra y es la arcilla el elemento escogido o quizás la arcilla la poseyó desde el inicio, reafirmando el eterno retorno al origen. Arcilla definida y construida con el agua, que solo en su aridez final logra la historia de cada una de sus esculturas. Agua que da vida y solidez final que la inmortaliza porque el líquido se trueca en tierra. Las formas que propone Gina son el carácter intemporal del ser humano y sus emociones, es la vida y sus actos cotidianos los que consigue petrificar para vivificarlos nuevamente, logra, la artista, devolvernos los gestos profundos de la tierra que de tanto verlos y asimilarlos pasan y se repiten inadvertidos.

En su exposición “Arcilla, tierra de atestiguar” en la CCE, he vuelto a reconocerme, y caí irremisiblemente en mi propia sensibilidad, la humanidad fisiológica con todos los elementos espirituales, si cabe, me brotó con nostalgia y a ratos con culpa. Somos parte de esos gestos logrado por Gina, y también quisiera amar y reñir o divagar de forma primigenia. Siento, con su obra, que de tiempo en tiempo uno debe volver hacia sí mismo y rebobinar las taras cotidianas, y reconocernos en los gestos eternos de los sentidos, limpios, ingenuos sin la concepción de premura que esta época nos impone sobre el tiempo.

Evité asumir las frases o leyendas que acompañan a cada escultura, porque a cada una prefiero oírla en sus gestos. En ‘Sufrimientos’ no hay desgarro ni ataques de desesperación, es apenas el estado diagonal de una vida paralela a otra. Las ‘Emociones’ son gestos de cuerpos: canoa, playa, marea, acantilado y ‘Tolerancia’ puede ser una mujer admitiendo al otro hasta fundirse en casa, hueso, barda. ‘Conocimiento’ Sólo puede tener el gesto de la hembra madre, sabe su razón en el mundo. En ‘Percepciones’ la cabeza gira para escuchar y no ver o vuelve la vista para reconocer el ruido, la música, ‘La vida’ es ella, plena, el gesto de saberse entera, firme, inmortalmente perecible y en ‘Corazón’ son ocho gestualidades que expresan una sola paciencia. El ‘Amor’ es abrazo natural durante el sueño, luego de la brega amante. ‘Perdón’ tan difícil acto, se lo pide a los dioses, al cielo, al aire, al ave migratoria porque nada puede perdonar si está bajo nuestros pies. Larga cabellera de manglar cayendo en cascada y el cuerpo ofrecido al sol ávido, opimo: ‘Plenitud’. Es posible la “Memoria del agua” en el único gesto de la tierra, su aridez.

La obra de Gina Villacís resuena, y las líneas de sus formas nos cuentan historias, cada una diferente según el espectador, estar entre ellas es como recibir el susurro del mar en el pecho sosteniendo entre los brazos los gestos de la vejez de la tierra en la memoria de un caracol. Y hay más.