La luz de las noches navideñas

La luz de las noches navideñas
La luz de las noches navideñas

Situémonos en la cena de Nochebuena. Es la gran velada del año. Una gala como Dios manda no puede quedar apagada por la luz eléctrica. Si queremos que en esa cena se evoque el misterio de la luz, que es uno de los símbolos de la Navidad, hay que darle a las velas su parte de protagonismo.

No podemos olvidar, en efecto, que la Navidad es la cristianización de la más antigua de las fiestas de la humanidad: la del solsticio de invierno. Esto permite preguntarnos ¿por qué ha sobrevivido esta fiesta a lo largo de los milenios y sin embargo, la del solsticio de verano, ha tenido sus altibajos? La razón es obvia: Esta es la celebración astronómica en que la luz vence a las tinieblas, donde empieza a acortarse la noche y alargarse el día; algo ansiosamente esperado por nuestros remotísimos antepasados que instituyeron esta celebración.

Una fiesta de luz

La luz que vence a las tinieblas durante la noche es la vela, palabra que proviene del latín vigilia, y que viene del verbo vigilare, que denominó las noches en vela, porque en este horario era más importante la vigilancia.

Las horas de la noche las dividían los romanos en vigilias. De ahí que a todas las actividades realizadas de noche, una vez desaparecida la luz del sol, se las llama vigilias o veladas.

Las velas, que fueron inventadas en el Siglo IX, se las ha utilizado desde entonces para las noches de vigilia. Claro que antes la luz para las veladas se obtenía de teas (grandes puntos de luz), astillas resinosas de pino y candiles o lámparas de aceite u otras grasas.

Celebración con las velas

Durante las grandes celebraciones las velas tienen un enorme valor simbólico. Forman parte de toda la liturgia, con especial significación en la Navidad (iniciada en las velas del Adviento), en Semana Santa (con el rito de la Luz
nueva), en el bautizo, y en la Candelaria, con la que se cierra oficialmente el ciclo de fiestas navideñas: ese día se desmontan los Belenes y se bendicen las velas que se necesitarán en casa durante todo el año para los usos domésticos, para ahuyentar las tormentas, para honrar a los santos.

Las velas, en fin, llevan acumulada la carga cultural y simbólica de la luz que rompe las tinieblas y las vence ocupando su lugar; de la victoria del bien sobre el mal en sus propios dominios y del triunfo del día sobre la noche.

Por eso la luz de las velas, con ser más tenue, tiene mucha más fuerza y más vida que la fría luz eléctrica. He ahí por qué la vela encendida es símbolo de la Navidad y de tantas cosas positivas ligadas a ella