Conflicto interno

Nicolás Merizalde

Dejemos lo de armado un ratito fuera. Tenemos múltiples conflictos sin resolver que nos han traído al hoyo. Pienso en las antiquísimas brechas de clase y raza que arrastramos desde la colonia. Esa piedra ha cerrado el sistema en dos opciones: capitalismo de compadres o unas ganas irracionales de incendiarlo todo. 

Donoso Pareja nos definió como país esquizofrénico, sacudido en su interior por fantasmas y voces extrañas pero propias. Nuestra maravillosa diversidad ha dado pie para que nos concentremos en las minúsculas diferencias y no en los puntos en común. El conflicto de las identidades, los regionalismos y el centralismo podríamos dejarlos en este apartado.

Luego están los conflictos infantiles de la clase política que hasta hace nada juzgaban la necesidad de la extradición según el nombre propio de quien proponga la idea. En ese botón, se detiene mi muestra. 

Todos llevamos una parte de culpa. Nuestra sociedad se volvió tolerante con la corrupción en todas sus formas. De ahí esta civilización baleada, con valores agujereados y un civismo muerto de inanición porque no hay educación que lo alimente. 

También está la vulgarización de los medios y las familias, que permitieron el culto al dinero fácil, el endiosamiento del narco, las balas, las mujeres ‘tuneadas’ y las drogas. Ese es el panorama en el que han crecido los ecuatorianos de este siglo, hay que tenerlo en cuenta para saber cómo dos menores de edad se animan a meterse en un canal con armas de contrabando en lugar de buscar una vida diferente. Ese daño no se recupera de la noche a la mañana. 

La lucha no será corta ni fácil, y no podremos solos. Los países con problemas similares han resistido gracias al músculo de la sociedad civil, pienso en México o España cuando ETA. Si la ciudadanía no asume su papel, el gobierno no dejará de ser un brazo inerte y gangrenado.