Educar para vivir

Muchas veces, el sistema educativo incurre en el error de contaminar a la educación con excesivo pragmatismo. Se insiste demasiado en el mejoramiento de las condiciones materiales de vida como el principal propósito de la educación.

La prosperidad y el enriquecimiento son causas legítimas, sin duda, especialmente en sociedades azotadas por una acuciante pobreza, como la ecuatoriana. Sin embargo, ese argumento pasa por alto que hay diversos caminos hacia la satisfacción material y que muchos de ellos son oscuros y reñidos con la educación.

En el mundo actual, un sistema basado en el autoritarismo y la manipulación también es perfectamente capaz, cada vez más, de generar riqueza, pero ello no quita que semejante sistema conlleve inexorablemente un empobrecimiento de la existencia humana. Para prevenir eso está la educación.

Solo el verdadero estudio permite a un ciudadano convertirse en depositario y continuador de su civilización, y en una persona genuinamente libre, la más alta condición a la que se puede aspirar. Al fin de cuentas, es la educación la que permite conquistar el antiguo ideal de una vida que merezca ser vivida.

Nunca el mundo había ofrecido tantas posibilidades como hoy. La sociedad ecuatoriana jamás había visto abrirse ante sus ojos tantas oportunidades de progreso como en el presente. No obstante, sin el conocimiento suficiente, no seremos capaces de aprovechar esas opciones, ni como individuos ni como comunidad. Ojalá podamos tener eso en mente ahora que, por fin, regresaremos a las aulas.