“Todos a una”

Andrés Pachano

“…¿Quién mató al comendador? …Fuenteovejuna, señor…”.

Como en el drama de Lope de Vega, escritor fundamental del Siglo de Oro español, en Constantino Fernández de nuestra provincia, un grupo humano reunido en masa, incitados por el odio, quizá por enconos íntimos, talvez por familiares desavenencias, o por fanatismos irracionales, ha arremetido en contra de la vida de dos hombres a quienes han incinerado con saña demencial, uno de ellos ha muerto pavorosamente calcinado y el otro lucha por la vida en cruel padecimiento.

Imposible dejar pasar inadvertido el cruento horror de un asesinato en masa. Imposible, con el silencio dar aval para que se justifique el “…que una persona o un grupo de personas pretendan atribuirse la calidad de jueces y, prevalidos del anonimato que les confiere la muchedumbre irracional, juzgar y sentenciar…” a ciudadano alguno, como con lucidez expone en su columna semanal de este diario, el doctor Freddy Rodríguez bajo el título de ‘Barbarie 2’, en referencia al horrendo crimen del primero de enero de este año en el sector indicado de nuestra provincia.

Si vivimos en sociedad, en comunidad, todos los ciudadanos que moramos bajo el cobijo de normas de conducta social traducidas en leyes, estamos obligados, por necesidad y salud social, a respetarlas y a cumplirlas; de ahí que ese dogma mal habido de la “justicia por mano propia”, no es otra cosa que el infringir la ley desembozadamente y es el caminar por el umbroso y peligroso ciénago de las inconductas, de los insanos albedríos, que pueden conducir al caos y a la anarquía.

Al sentimiento de exclusión que se ha acunado por siglos en nuestra sociedad, se suma esa novelería insana que la legislación nacional contempla, al aceptarse constitucionalmente el peligroso concepto de la “justicia ancestral” que se cobija en costumbres, criterios y albedríos de quienes “la imparten”; este reconocimiento, excluyente y divisionista, alienta estas infamias y pueden contribuir a la arbitrariedad, a la impunidad. Leyes y normas son para todos, sin exclusiones ni preferencias.

Evitemos que se nos endose la sentencia de Lope de Vega: “…liebres cobardes nacisteis; barbaros sois…”.