Lo que el viento se llevó

Alfonso Espín Mosquera

Si al inicio de su mandato, dentro de los primeros dos o tres meses tras su toma de posesión, el presidente Guillermo Lasso hubiese llamado a una consulta popular, en lugar de este reciente 5 de febrero, y de paso hubiese aplicado la muerte cruzada para que se vayan a la casa los asambleístas, el pueblo nacional le habría agradecido y apoyado con los ojos cerrados, sobre todo por no volver a verles a esos politiqueros que desde diferentes banderas buscan pescar a río revuelto, lograr notoriedad, repartirse el poder político, generar inestabilidad, traerle a como dé lugar a Correa, etc.

Otra sería la historia, si desde el inicio de su mandato, Lasso hubiese tenido asesores de comunicación válidos, que le aporten y no le permitan hablar cualquier cosa. Se habría sentido otro discurso; habría tenido otra imagen, no dubitativa. Seguro no habría dicho que no sabe por qué se ha ido Luque o si él le ha pedido la renuncia; de manera terminante y directa hubiese indicado que lo hizo y que le ha puesto en manos de la Fiscalía para que se investiguen sus actos. Con buenos asesores de Comunicación, no habría desaparecido al inicio de su período de la faz de la tierra y la gente estaría enterada de las labores y obras gubernamentales.

Tampoco se habría referido a su cuñado, Danilo Carrera, como si tratase de un menor de edad carente ‘suspicacia’ para saber con quién se relaciona. Habría pedido a la Fiscalía, aunque sea su familiar político, la inmediata investigación para que se transparentaran las cosas.

Si inmediatamente después de su posesión, como presidente de la República, hubiese convocado de manera pública y por todos los medios a un concurso de meritocracia para llenar las vacantes con profesionales sin filiación política, no habrían estado los correístas que aún siguen enquistados en el sector público boicoteando en muchos casos la labor del Ejecutivo y otra sería la historia.

Si se hubiera preocupado de nombrar otros ministros, con rostros más cercanos al pueblo y menos a su argot de amigos, tal vez habría detectado con más tino los problemas sociales de las inmensas mayorías y les habría dado solución, entonces otra sería la historia.

Si le hubiese encargado alguna labor en concreto a su vicepresidente, Borrero estaría ocupado en algo provechoso y no tendría la imagen de un ‘ocioso invisible’; el país se habría beneficiado de la labor que debería haber desempeñado.

Otra sería la historia si se hubiese dado cuenta que no solo son importantes las macrocifras, sino el día a día de la gente que necesita sobrevivir y que le cuesta tanto llevar el pan a la casa, entonces habría invertido en el campo social.

Si alguien hubiese manejado correctamente la actitud política y comunicacional de su mandato, porque en la vida no solamente hay que ser, sino parecer, habría demostrado otras formas de gobernar y tendría aceptación popular.

Lastimosamente, el ‘si hubiese hecho’, ‘si hubiera actuado’, han sido las expresiones eternas de la defraudación ante las actuaciones de los mandatarios en el  Ecuador, pero en este caso, y por sobre todo, ojalá nos hubiera librado de esas víboras que se han instalado en la Asamblea y día a día rompen toda norma de buen juicio, sentido común y moral pública.