En el evento se analizarán temas de investigación científica y su contribución a la seguridad alimentaria en el mundo.
El actual contexto de crisis alimentaria mundial causada por la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania generan inquietudes sobre cómo garantizar el suministro y accesibilidad a los alimentos.
Según datos de la agencia de Naciones Unidas para las emergencias alimentarias, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), en 13 países de América Latina en los que trabaja, hay 9,7 millones de personas con necesidad urgente de ayuda alimentaria. Esta cifra aumentaría hasta los 13,3 millones en los próximos meses. En esos 13 países, la inflación del costo de los alimentos oscila entre el 11 y 26%.
A los factores coyunturales ya indicados, se suma el factor estructural del cambio climático, que está reduciendo rápidamente la superficie de tierra cultivable, situación que avoca a un cambio en los sistemas alimentarios, la forma de producir, distribuir y consumir comida.
Joaquín Lozano, Director Regional para América Latina y el Caribe del CGIAR (Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional), participante del XVIII Foro Internacional del Emprendedor, organizado por las universidades Nacional de Loja, del Azuay y Andina Simón Bolívar, en la ciudad de Loja, entre el 9 y 10 de noviembre, con el tema Emprendimiento y Desarrollo Productivo Rural, asegura que hay muchos factores que influyen en la productividad agrícola y ganadera, pero tal vez el más importante es la innovación tecnológica que, a su vez, tiene su fundamento en la investigación.
“Es necesario transformar la investigación científica agrícola en innovaciones tecnológicas concretas que puedan ser utilizadas por los agricultores familiares para incrementar su producción, para emprender y acceder al mercado en buenas condiciones. De esa manera, el rendimiento de sus explotaciones agrícolas y ganaderas les permitirá no solo subsistir, sino vivir con dignidad, progresar y convertirse en verdaderos emprendedores. Todo ello redundará no solo en su beneficio, sino en el del conjunto de nuestras sociedades”, señala el experto.
Lozano plantea mirar la otra cara del lema: «de la huerta a la mesa», que se ha usado para promover el consumo de alimentos producidos por los agricultores familiares y, complementarlo con uno nuevo: «del microscopio a la huerta». Es decir, que exista una cadena de transmisión de conocimiento que permita hacer ese recorrido, desde el microscopio, en el que científicos examinan la calidad del suelo o las propiedades de una semilla, a la huerta, en donde el agricultor familiar planta una semilla mejorada.
Joaquín Lozano exhorta a las organizaciones de productores, sector privado, academia y, sobre todo, a los gobiernos, a fortalecer el trabajo articulado para que las innovaciones tecnológicas que desarrollan las organizaciones científicas sean puestas al alcance de la gran mayoría de agricultores familiares y PYMES rurales.