Vejez olvidados

Un país muestra su calidad humana en su forma de asistir a los más vulnerables y el nuestro deja una deuda casi impagable. Las personas de la tercera edad, que trabajaron la vida entera para producir y sumar aportes licuados por la irresponsabilidad fiscal, se ven relegadas -casi olvidadas- por una modernidad que avanza sin ellas.

El camino hacia la “sociedad de la información” del que hablan los que sueñan con bandas 6G resulta irrisorio en un Ecuador cuyo 45% de la población apenas superó la instrucción primaria; quien sabe con qué nivel de lectoescritura, comprensión y ni hablar de alfabetización digital.

Con pompa se anunció el lanzamiento de la “cédula electrónica” con código QR y firma electrónica (¿para aquellos que apenas escriben su nombre?), y del pasaporte biométrico con un chip que almacena la información del ciudadano.

Para qué sirve la información si el gobierno no la usa para algo tan vital y urgente como la distribución de vacunas a ciertos grupos demográficos. Peor, olvidaron pensar cómo harían aquellos iletrados (análogos o digitales) que, por falta de acceso a internet, capacidad cognitiva o habilidad digital, no empiezan a entender cómo conseguir un turno para lo que debería ser un derecho -un pasaporte o vacuna-, pero se ha vuelto un privilegio.

Basta visitar el Registro Civil para constatar el maltrato al que se somete a las personas de la tercera edad que por no saber cómo asegurarse un turno son vejadas por los funcionarios con todo tipo de abuso verbal y psicológico.

Avanzar no significa dejar atrás a los que no caminan al ritmo de quien lidera, sino asegurarse de que nadie quede tan por detrás, que se pierda en el olvido.

«Dejadme ser vil y rastrero, pero permitid que bese el sudario que envuelve a mi Dios.”

Fiódor Dostoievski (1821 – 1881)
Escritor ruso, en Los hermanos Kalamázov

«La suerte asiste al intrépido y abandona al cobarde. Soy hija de un hombre que no conoció el miedo.”

Caterina Sforza (1463 – 1509)
‘Duquesa guerrera’; Milán.