Con una plegaria empiezan su trabajo

Desde las 02:00 comienzan a llegar hasta su punto de encuentro en el centro de Ambato cerca del mercado Modelo, algunos se levantaron a las 00:30 para poder asistir puntuales a su jornada de trabajo.

Todos visten un overol azul, chaleco naranja para que los autos logren divisarlos a lo lejos, por dentro tienen sacos de lana, gorras o cualquier prenda que ayude a mitigar el frío de las madrugadas.

Esta madrugada todos agradecen que no ha llovido, pues cuentan que uno de sus mayores inconvenientes es el clima, que en los últimos días no ha sido benevolente con ellos y con su importante, pero en ocasiones invisibilizada tarea de mantener limpia la ciudad.

El grupo a simple vista está dividido en dos, por una parte los que cargan una escoba y por otra lo que van atrás con pala y carretilla recogiendo los pequeños montones de basura que dejan sus compañeros, este método les funciona a la perfección y de manera coordinada tardan pocos minutos en cubrir un kilómetro.

Este grupo jamás se detiene, para ellos los días festivos no existen y tampoco el ‘teletrabajo’, ni el inicio de la cuarentena hace un año los detuvo, pues no hubo día que no salieran a limpiar las calles.

La cuarentena para ellos representó todo un reto que se tradujo en gente que dejaba fundas enteras de basura en las esquinas, calles o que incluso las lanzaba desde sus ventanas, esto debido al miedo que les representaba a los usuarios acercarse a uno de los contenedores de basura.

“No nos dio miedo, a algunos compañeros que eran de grupos vulnerables los mandaron a la casa, pero nosotros seguimos viniendo”.

Sin miedo

Fermín Palate es uno de los trabajadores que lleva alrededor de 20 años siendo parte del equipo de limpieza, él cuenta que nunca antes se habían enfrentado a una ciudad totalmente vacía. “No nos dio miedo, a algunos compañeros que eran de grupos vulnerables los mandaron a la casa, pero nosotros seguimos viniendo”.

Jose Chuchilán afirma que no se ha contagiado de covid hasta el momento y cuenta que el miedo a la enfermedad es lo último que se le ha pasado por la cabeza. “Por el pan del día de nuestros hijos y nuestras señoras hemos trabajado, siempre pedimos a Dios y la Virgen para que nos cuide”, comentó

Debido a su labor de 24 horas se enfrentan a más peligros aparte de la enfermedad, pues justo mientras se realizaba esta entrevista el personal administrativo mantenía una reunión con ellos debido a una amenaza con cuchillo del cual fueron víctimas algunos trabajadores que limpiaban un parque en la madrugada.

Aurelio Palate es parte de la cuadrilla de limpieza, él cuenta que existe todo un procesos para entrar a la casa después del trabajo, esto con el fin de cuidar la salud de toda su familia. “Lavamos el overol, durante todo el día lo dejamos en el sol y la ducha respectiva, nos hemos cuidado en los momentos más duros y hasta ahora seguimos, gracias a Dios continuamos, igual la esposa y los hijos siempre están pendientes de uno”, comenta.

“Nos hemos cuidado en los momentos más duros y hasta ahora seguimos, gracias a Dios continuamos, igual la esposa y los hijos siempre están pendientes de uno”.

Labor que nunca para

Irene Chango es una de las tres mujeres que son parte del grupo, ella ingresó hace un año, justo antes de la cuarentena, Irene cuenta que una de las cosas más difíciles durante este tiempo fue el transporte, debido a la escases de buses, lo que fue solucionado con la camioneta del Gidsa que realizaba un recorrido recogiendo y dejando a cada uno en sus hogares.

“A nosotros nos explicaron que medidas debíamos tomar, nos cambiábamos las mascarillas, teníamos mucho cuidado, es nuestra responsabilidad tomar las precauciones respectivas”, comenta Chango.

Su trabajo no para nunca, pues tienen turnos las 24 horas del día, los 365 días del año. Con gusto y alegría se dirigen hasta la avenida Cevallos, donde aprovechan que la madrugada ha dejado desocupada la calle y así posan en medio de esta para una foto que les recordará que hace un año fueron parte de las personas que siguieron sirviendo a su ciudad a pesar del miedo y la enfermedad.

TEXTO Y FOTOS: ALEX VILLACIS