De las votaciones

El próximo 7 de febrero el pueblo ecuatoriano tendrá dos alternativas, que por supuesto nadie debe insinuar, pero que tienen que ser producto de la reflexión y de un pensamiento razonado, sin temor ni favor.

Sin duda alguna soy el menos indicado para referirme a este tema tan delicado, pero es necesario analizar fríamente nuestra política, que es el arte de gobernar un país tomando las mejores decisiones al servicio de la sociedad civil en su conjunto para conseguir los objetivos que convengan. Hoy más que nunca, los escándalos de corrupción han estado al día; nuestros candidatos, en vez de promover su mejor imagen se han dedicado a hablar de las debilidades personales de sus contendores; todo esto, ha creado un desconcierto que pone en duda la integridad de cada uno de los aspirantes; pues debemos entender que ni aquello ni el baratillo de ofertas podrán evitar que el pueblo en una acción libre y democrática elija al candidato de su elección; se entiende que su voto será la expresión genuina de una preferencia frente a una opción, la cual será razonada y responsable, pues este criterio trazará el destino del país. Debemos hacer conciencia de que en estas elecciones el pueblo no debería votar ni por amistades, antipatías o pasiones, sino por candidatos cuya conducta, moral, valores, honradez y pulcritud no hayan estado en duda; para lo cual, se hace indispensable investigar el entorno familiar, laboral y social de cada uno de nuestros candidatos.

Ahora bien, tenemos que reconocer que los ecuatorianos no sabemos votar; pues, lo que más nos preocupa es obtener nuestro certificado de votación, lo cual es irresponsable.

Un gobierno honrado y recto contribuirá a la paz social y estabilidad económica para retomar con confianza nuestras actividades laborales. Claro está que nuestras autoridades deben ser el espejo en el que todos podamos mirarnos; entonces, votemos con conciencia nacional.

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