<small><tt>Protagonista</tt></small><hr>Un sueño trepidante

AUTORA. Junto a su novela ganadora, ‘La familia del Dr. Lehman’.

«Quiero escribir con inocencia»

Cuando estaba lista para pedir unos tacos cerca del Zócalo, en México, apareció aquel mensaje en su celular. La emoción fue tal, que su pareja pensó que le daba un ataque de epilepsia. Sandra Araya solo alcanzó a pronunciar: “La Linares”, dos palabras que dieron total sentido a la algarabía. Así se enteraba de que ganaba ese premio, que celebra los 40 años de la obra homónima de Iván Égüez. Los tacos tuvieron que esperar unos minutos, pues unas cervezas Victoria resultaban infaltables para el brindis.


Araya había presentado al certamen de novela corta su obra ‘La familia del Dr. Lehman’ (Colección Luna de Bolsillo de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo), donde el estado de letargo de la protagonista invita a que el lector se introduzca en su sueño, su pesadilla. Por su parte, a través de una entrevista, Sandra permite el acercarse más a su mirada.


Quito está en pleno invierno, pero el calor y el sol son de verano. Bajo este clima dice que detesta el sol, porque todos creen que lo terrible sucede en la oscuridad, cuando “lo verdaderamente horrible se da a la luz, a la vista de todos”. En un par de ocasiones se le escapa la palabra “chanfle”, la cual hace juego con su camiseta de Don Ramón, esa que le permite exhibir tres de los cuatro tatuajes que le recuerdan “quién es”. Sus palabras redondearán aquella idea.

La mujer de su novela en un momento se encuentra con un diario destruido, lleno de páginas borradas… ¿Cuántas páginas destruyó y borró hasta concebir este libro?
Yo no destruí nada, son elipsis que yo tengo en la cabeza, y que mi personaje también los tiene. Tenía muy claro lo que estaba sucediendo. Ella debía tener unos blancos en su memoria. Mi manera de mostrar esos vacíos fue a través de ese diario, del cual va arrancando las hojas. Entonces, si no sabe qué sucedió y no recuerda quién las arrancó, se da una sensación de mayor angustia, de no saber quién es y hacia dónde va.


Trata de introducir al lector en un sueño y, como señala, aparece esa idea de angustia que llega a ser una pesadilla.

«Para mí, escribir es lo más cercano a una terapia psicológica».

¿Esa desazón estaba planteada desde que decidió escribir la obra?

Este libro, ya lo he contado varias veces, surgió de una pesadilla. Tuve un sueño extraño donde no fui la protagonista, pero sabía que si no escribía al respecto no iba a poder dormir tranquila. La idea en realidad es plantear que tu vida diaria se puede convertir en un sueño largo y atosigante para tu conciencia, eso que llamamos cotidianidad y que está cargada de pequeños círculos de los que nunca sales: la amabilidad, lo políticamente correcto, saludar al vecino, la rutina de todos los días, esas cosas de las que te preguntas cuándo van a terminar, porque así no puede ser la vida. Quería decir que lo que empezó una vez con un diluvio en un desfiladero puede volver a terminar así, como que siempre queda un final del que no hay escapatoria.

La interrogante de quién es el Dr. Lehman es el pretexto para que el lector se pregunte quién es uno realmente…
Sí, está el cuestionarnos quiénes somos realmente, pero también se me ocurría que debíamos preguntarnos quiénes nos rodean, si conocemos realmente cómo actuarían nuestros seres cercanos, nuestros familiares. ¿Sabes realmente quiénes son los que comparten techo contigo y mantienen lazos de consanguinidad? ¿Realmente llegas a conocer a las personas con las que muchas veces llagas a compartir toda tu vida? ¿Es posible que mi papá sea un asesino? Hay cierta angustia en no saber con qué tipo de persona convives durante años. Tu esposo, tu padre o el propio hijo que criaste podrían ser un monstruo.


Es interesante su abordaje sobre la familia, pues en su anterior novela, ‘Orange’, ya plantea el peligro de los seres cercanos…
Eso de que ‘nadie escoge a su familia’ es un dicho muy popular, pero resulta cierto, y aprendes a vivir con ellos y tienes las mismas tradiciones. Pese a esto, te encuentras con gente a la que no entiendes, de la que no te bancas su actuar y te cuestionas cómo alguien de mi familia, con mi misma sangre, puede pensar o actuar de cierta manera. Para mí, la familia es una imposición súper fuerte, donde algunos tenemos la suerte de contar con una familia “normal” que puede tener problemas, pero también lazos de afecto. Se trata de preguntarse por qué debo aceptar a alguien por mi material genético. Y si yo soy el monstruo, ¿me aceptarían?

¿Estas historias las empezó a escribir después de convertirse en mamá?
La idea de ‘Orange’ la tenía desde hace mucho tiempo, pero cuando me quedé embarazada como que pude dedicarme a escribir. Me impuse un horario rígido y cada mañana escribía unas dos horitas diarias. Con ‘La familia del Dr. Lehman’ nació justo una semana después de que dejé un trabajo a tiempo completo y me encerré tres meses de una manera obsesiva y neurótica hasta concluir la historia tal como está contada: con estas elipsis, cargada de preguntas retóricas…


Su obra siempre está llena de preguntas…
Sí, justamente un amigo me decía eso, pero él mismo se daba cuenta de que ese es ya mi estilo. Está en mí siempre el preguntarme y el repreguntarme. Lo he hecho siempre, desde antes de ser mamá he cuestionado sobre las cosas y toda la vida me he preguntado quién soy yo dentro de un núcleo familiar.

¿Escribe para responderse a sí misma?
Sí, seguramente es así. Para mí, escribir es lo más cercano a una terapia psicológica.

¿Woody Allen debe hacer películas, a Ud. le queda hacer libros?
Efectivamente, es que de alguna manera abordo mis pesadillas y voy tratando de contestar ciertas dudas. Eso sí, esto no quiere decir que me identifique plenamente con alguno de mis personajes.

¿Pero habrá alguno con el que tiene mayor afinidad?
Sabes que estoy trabajando en una cosa donde vuelven los personajes de ‘Orange’, los Donoso, y ahí está Tomás Donoso. Con él hay un mayor grado de reconocimiento, como que tiene muchas cosas mías, las interrogantes en él son constantes.

DIÁLOGO. Compartió detalles de su obra y su trabajo de editora.

¿Quién es Sandra Araya luego de conseguir el Premio La Linares?
Qué te diré, pienso que ahora estoy hasta un poquito más insegura. Esto lo escribí en tres meses y lo envié con fe, pero no del todo convencida. Obviamente, cuando recibí la noticia del premio salté de alegría y me puse a chillar en una taquería en México. Ahora me estoy planteando nuevas historias, un proyecto grande que me va a llevar mucho tiempo. Tengo otra historia pequeñita que me está atormentando como este último libro. Entonces, lo que estoy tratando de hacer es escribir con inocencia nuevamente, para no caer en repetir fórmulas: quiero escribir tal como me dicta la historia.

En la premiación, comentó con Carla Badillo o con Ernesto Carrión el tiempo que le tardó escribir su novela…
Lo que pasa es que a la Carlita también le tomó poco tiempo escribir su novela. Se tardó un poquito más que mí, pero tiene eso de encerrarse y no ‘parar bola’ al planeta. No conozco el proceso de escritura de Carrión. Lo que creo es que cada persona tiene un proceso de escritura distinto y que el tiempo que te dediques en un libro no marca las mayores virtudes del mismo. Ahora, por ejemplo, yo estoy trabajando en este proyecto que demora y de largo tiempo: cada proceso es diferente.

¿El tiempo también apremia cuando se tienen algunas historias para contar, como en su caso?
Soy disciplinada, pero soy muy dispersa. En mi monitor, en el escritorio, tengo cuarenta ventanas abiertas y voy dándole algún tiempito a cada una. Pero para la escritura, me refiero a un cuento o una novela, sí necesito un tiempo especial y de neurosis. De hecho, necesito hasta una música específica para concentrarme. Así soy yo, debe ser porque soy Géminis.

¿El Zodíaco es importante para Ud.?
Mucho, sí creo en él.

¿Con quién se detesta Géminis? ¿Con quién es compatible?
Si respondo, entro en infidencias (risas). Haber, yo tengo una muy buena amiga que es Aries, y no es un signo con el que me aguante mucho porque ambos estamos en busca del poder.

Entonces, ¿hay empatía con una mujer Aries, pero con un hombre, no?
Yo no me meto con un hombre Aries por principios. Alguna vez cometí ese error y fue muy pesado.

Se puede decir que Sandra Araya no solo encuentra respuestas y salidas en las carreteras, como sucede en ‘La familia del Dr. Lehman’, sino en mirar el cielo…
Efectivamente. Mira, no tengo problema en adelantar que este gran proyecto del que hablo se titulará ‘El cielo’, una novela donde quiero abordar su color, porque la tonalidad del cielo es totalmente diferente en cada lugar.

Retornando a lo de las carreteras, da la sensación de que ese es nuestro horizonte, al contrario de alguien que vive cerca del mar. Es como si el asfalto fuese nuestra vía de escapatoria…
En mi caso, yo si soy bien hija del asfalto. Con el mar tengo una relación conflictiva: lo respeto mucho, realmente me asusta. Tengo una visión terrorífica del mar, creo que su fondo es lo más peligroso del mundo. También trato de escribir sobre lo que tengo cerca. Trato de conocer la ciudad y el diálogo de quienes la habitan. Qué puede suceder en una esquina a la medianoche si se va la luz del poste: esas cosas me mueven.

Por su estilo, ¿cuánto influye en su trabajo la literatura estadounidense?
En algunas oportunidades me han hecho ese comentario, lo cual me halaga un montón. Admiro la literatura norteamericana, sobre todo al maestro William Faulkner, quien es realmente impresionante. También está Carson McCullers y por supuesto papá Hemingway.

«Recordar es ir a la raíz de lo que soy ahora».

Hemingway, quien enseñó que se puede ser alcohólico y disciplinado…
Y que también nos enseñó a escribir de pie, lo cual lo probé cuando estaba embarazada y funciona. Con lo de ebrio, sí se mandaba las de oso, pero no escribía borracho. Hasta con el chuchaqui más tenaz, pero nunca ebrio. Y eso deberían aprender muchos jóvenes escritores y otros que se creen todavía jóvenes: no se puede escribir de borrachos.

¿Nunca ha escrito borracha?
Nunca. Es que no puedo hilvanar ni una línea. Obvio que como todo el mundo me tomo un trago, pero no soy de las que cree que se debe escribir estando ebrio. No creo que funciona. Para escribir y corregir debo estar lúcida, porque esto es un trabajo serio y amerita responsabilidad.

PERFIL


SANDRA ARAYA


Escritora y editora ecuatoriana (Quito, 1980). Estudió Comunicación y Literatura en la PUCE. Es fundadora de la Editorial Doble Rostro. En 2010, ganó la Bienal Pablo Palacio. En 2014, publicó su novela ‘Orange’ (Antropófago). Este año se alzó con el Premio La Linares por su novela ‘La familia del Dr. Lehman’.

En sus novelas, sus personajes femeninos (Amy y Cata) recurren al pasado de manera constante. ¿Qué significa el pasado para Ud.?

Para mí es súper importante el pasado. De hecho, algunos consideran que esto es el mayor de mis defectos. Yo era una niña muy solitaria, muy introspectiva, que tenía un propio mundo a solas. Ver esa etapa de mi vida me permite entender muchas cosas. Para mí, recordar es ir a la raíz de lo que soy ahora.

Como editora, ¿en qué momento se dio cuenta de que hacía falta un Doble Rostro?
Cuando salí de la universidad me dieron la oportunidad de revivir el fondo de un proyecto editorial y no tenía mucha potestad. Después le conocí al Fernando Escobar, quien me decía que nadie se atrevería a publicarlo. Ahí me di cuenta que se necesitaba publicar lo “impublicable”.

¿El secreto de la edición?
La edición tiene que ser un proceso respetuoso con el autor.

¿Cómo va la literatura nacional?
Tenía mis resquemores, pero lo que he leído de mi generación y también de otras generaciones me permite que afirme que hay cosas realmente muy buenas, y que no se explotan. Recién leí un libro de Mónica Ojeda y es todo un novelón, y así aparecen muchos más autores. Nuestra literatura está avanzando. (DVD)

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