Ad Vitam: el suicidio es un problema filosófico

ESCENA. La serie tiene solo seis capítulos. Está disponible en Netflix.
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Por Lenin V. Paladines Paredes

Albert Camus (Argelia, 1913 –Francia, 1960) publicó en 1942 uno de sus ensayos más recordados: ‘El mito de Sísifo’. El escritor francés compara el mito griego del castigo de Sísifo -cargar una piedra a lo alto de la montaña durante toda la eternidad-, con el esfuerzo inútil del hombre tratando de encontrarle sentido a su existencia en el camino de la vida.

Camus desarrolló en su ensayo el problema existencialista de la vida y de la muerte a través del suicidio: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”, decía. Buscó confrontar al ser humano con su razón de existir. El suicidio, entonces, se convierte en una forma de despertar, de encontrarle sentido al vacío existencial que provoca el repetir rutinas y esfuerzos inútiles que configuran el absurdo cotidiano.

La idea filosófica del suicidio es retomada por los franceses Thomas Cailley y Sébastien Mounier, creadores de ‘Ad Vitam’ (Arte, 2018), una miniserie de seis episodios estrenada internacionalmente este año en Netflix.

‘Ad Vitam’ bien podría ser catalogada como una serie de ciencia ficción. Se ubica en un futuro cercano, en el que el ser humano ha logrado cumplir uno de sus deseos más profundos: ganarle a la muerte. En la TV vemos a la ‘decana de la humanidad’ una muchacha japonesa de 169 años, que aparenta unos 30, celebrando un año más de la supremacía humana sobre el fin de la existencia.

Un mundo sin muerte
Aprendemos, a través de los capítulos, que en este futuro paralelo los cuerpos pueden ‘regenerarse’ en lugares públicos, a través de artefactos similares a saunas en los que uno duerme, y, cuando despierta, es tan joven como antes. Es un escenario utópico en el que nadie aparenta la edad que tiene y todos se han olvidado de lo que significa perder a un ser querido, porque nadie muere.

‘Ad Vitam’ es una serie también filosófica porque, en la utopía de la inmortalidad, los jóvenes empiezan a suicidarse. Aparecen en una playa, siempre en grupo, sin prolegómenos, con la sencillez de un disparo letal en la sien.

La Policía inicia las investigaciones y los familiares requieren de psicólogos especialistas en el proceso de duelo, desconocido en una época en que no se sabe cómo vivir con la ausencia.

Cuestionamientos esenciales
La serie está llena de referencias simbólicas a las problemáticas de la muerte, la inmortalidad, el existencialismo y el absurdo, con el fantasma de la Generación del 68 (autores españoles que empezaron a publicar a partir de la Revolución de 1868), que aparece configurada en una secta de jóvenes suicidas que quieren, a costa de su existencia, plantarle cara al sistema.

A partir de estos elementos, ‘Ad Vitam’ deja, a pesar de su corta duración, una serie de interrogantes completamente trascendentales, no solo en la línea temporal del futuro paralelo, sino en la de nuestro presente. Esta coyuntura problemática en la que convergen la vida y la muerte, la necesidad de tener hijos y trascender, o dedicarse a vivir libre sin la preocupación constante del deterioro cognitivo y físico; aquellos que quieren vivir por siempre y los que están seguros de que pueden obligar a otros a vivir.

El suicidio es un problema filosófico y no solo en el futuro de ciencia ficción de ‘Ad Vitam’. Como dice Camus: “En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del cuerpo equivale al del espíritu y el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar. En la carrera que nos precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo conserva una delantera irreparable”.

Si algo plantea ‘Ad Vitam’ es la reflexión sobre la propia existencia, sobre la necesidad de encontrarle un sentido. Incluso en un mundo en el que la muerte no es una preocupación, vivir por una razón es más importante.

[email protected]

Por Lenin V. Paladines Paredes

Albert Camus (Argelia, 1913 –Francia, 1960) publicó en 1942 uno de sus ensayos más recordados: ‘El mito de Sísifo’. El escritor francés compara el mito griego del castigo de Sísifo -cargar una piedra a lo alto de la montaña durante toda la eternidad-, con el esfuerzo inútil del hombre tratando de encontrarle sentido a su existencia en el camino de la vida.

Camus desarrolló en su ensayo el problema existencialista de la vida y de la muerte a través del suicidio: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”, decía. Buscó confrontar al ser humano con su razón de existir. El suicidio, entonces, se convierte en una forma de despertar, de encontrarle sentido al vacío existencial que provoca el repetir rutinas y esfuerzos inútiles que configuran el absurdo cotidiano.

La idea filosófica del suicidio es retomada por los franceses Thomas Cailley y Sébastien Mounier, creadores de ‘Ad Vitam’ (Arte, 2018), una miniserie de seis episodios estrenada internacionalmente este año en Netflix.

‘Ad Vitam’ bien podría ser catalogada como una serie de ciencia ficción. Se ubica en un futuro cercano, en el que el ser humano ha logrado cumplir uno de sus deseos más profundos: ganarle a la muerte. En la TV vemos a la ‘decana de la humanidad’ una muchacha japonesa de 169 años, que aparenta unos 30, celebrando un año más de la supremacía humana sobre el fin de la existencia.

Un mundo sin muerte
Aprendemos, a través de los capítulos, que en este futuro paralelo los cuerpos pueden ‘regenerarse’ en lugares públicos, a través de artefactos similares a saunas en los que uno duerme, y, cuando despierta, es tan joven como antes. Es un escenario utópico en el que nadie aparenta la edad que tiene y todos se han olvidado de lo que significa perder a un ser querido, porque nadie muere.

‘Ad Vitam’ es una serie también filosófica porque, en la utopía de la inmortalidad, los jóvenes empiezan a suicidarse. Aparecen en una playa, siempre en grupo, sin prolegómenos, con la sencillez de un disparo letal en la sien.

La Policía inicia las investigaciones y los familiares requieren de psicólogos especialistas en el proceso de duelo, desconocido en una época en que no se sabe cómo vivir con la ausencia.

Cuestionamientos esenciales
La serie está llena de referencias simbólicas a las problemáticas de la muerte, la inmortalidad, el existencialismo y el absurdo, con el fantasma de la Generación del 68 (autores españoles que empezaron a publicar a partir de la Revolución de 1868), que aparece configurada en una secta de jóvenes suicidas que quieren, a costa de su existencia, plantarle cara al sistema.

A partir de estos elementos, ‘Ad Vitam’ deja, a pesar de su corta duración, una serie de interrogantes completamente trascendentales, no solo en la línea temporal del futuro paralelo, sino en la de nuestro presente. Esta coyuntura problemática en la que convergen la vida y la muerte, la necesidad de tener hijos y trascender, o dedicarse a vivir libre sin la preocupación constante del deterioro cognitivo y físico; aquellos que quieren vivir por siempre y los que están seguros de que pueden obligar a otros a vivir.

El suicidio es un problema filosófico y no solo en el futuro de ciencia ficción de ‘Ad Vitam’. Como dice Camus: “En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del cuerpo equivale al del espíritu y el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar. En la carrera que nos precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo conserva una delantera irreparable”.

Si algo plantea ‘Ad Vitam’ es la reflexión sobre la propia existencia, sobre la necesidad de encontrarle un sentido. Incluso en un mundo en el que la muerte no es una preocupación, vivir por una razón es más importante.

[email protected]

Por Lenin V. Paladines Paredes

Albert Camus (Argelia, 1913 –Francia, 1960) publicó en 1942 uno de sus ensayos más recordados: ‘El mito de Sísifo’. El escritor francés compara el mito griego del castigo de Sísifo -cargar una piedra a lo alto de la montaña durante toda la eternidad-, con el esfuerzo inútil del hombre tratando de encontrarle sentido a su existencia en el camino de la vida.

Camus desarrolló en su ensayo el problema existencialista de la vida y de la muerte a través del suicidio: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”, decía. Buscó confrontar al ser humano con su razón de existir. El suicidio, entonces, se convierte en una forma de despertar, de encontrarle sentido al vacío existencial que provoca el repetir rutinas y esfuerzos inútiles que configuran el absurdo cotidiano.

La idea filosófica del suicidio es retomada por los franceses Thomas Cailley y Sébastien Mounier, creadores de ‘Ad Vitam’ (Arte, 2018), una miniserie de seis episodios estrenada internacionalmente este año en Netflix.

‘Ad Vitam’ bien podría ser catalogada como una serie de ciencia ficción. Se ubica en un futuro cercano, en el que el ser humano ha logrado cumplir uno de sus deseos más profundos: ganarle a la muerte. En la TV vemos a la ‘decana de la humanidad’ una muchacha japonesa de 169 años, que aparenta unos 30, celebrando un año más de la supremacía humana sobre el fin de la existencia.

Un mundo sin muerte
Aprendemos, a través de los capítulos, que en este futuro paralelo los cuerpos pueden ‘regenerarse’ en lugares públicos, a través de artefactos similares a saunas en los que uno duerme, y, cuando despierta, es tan joven como antes. Es un escenario utópico en el que nadie aparenta la edad que tiene y todos se han olvidado de lo que significa perder a un ser querido, porque nadie muere.

‘Ad Vitam’ es una serie también filosófica porque, en la utopía de la inmortalidad, los jóvenes empiezan a suicidarse. Aparecen en una playa, siempre en grupo, sin prolegómenos, con la sencillez de un disparo letal en la sien.

La Policía inicia las investigaciones y los familiares requieren de psicólogos especialistas en el proceso de duelo, desconocido en una época en que no se sabe cómo vivir con la ausencia.

Cuestionamientos esenciales
La serie está llena de referencias simbólicas a las problemáticas de la muerte, la inmortalidad, el existencialismo y el absurdo, con el fantasma de la Generación del 68 (autores españoles que empezaron a publicar a partir de la Revolución de 1868), que aparece configurada en una secta de jóvenes suicidas que quieren, a costa de su existencia, plantarle cara al sistema.

A partir de estos elementos, ‘Ad Vitam’ deja, a pesar de su corta duración, una serie de interrogantes completamente trascendentales, no solo en la línea temporal del futuro paralelo, sino en la de nuestro presente. Esta coyuntura problemática en la que convergen la vida y la muerte, la necesidad de tener hijos y trascender, o dedicarse a vivir libre sin la preocupación constante del deterioro cognitivo y físico; aquellos que quieren vivir por siempre y los que están seguros de que pueden obligar a otros a vivir.

El suicidio es un problema filosófico y no solo en el futuro de ciencia ficción de ‘Ad Vitam’. Como dice Camus: “En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del cuerpo equivale al del espíritu y el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar. En la carrera que nos precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo conserva una delantera irreparable”.

Si algo plantea ‘Ad Vitam’ es la reflexión sobre la propia existencia, sobre la necesidad de encontrarle un sentido. Incluso en un mundo en el que la muerte no es una preocupación, vivir por una razón es más importante.

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Por Lenin V. Paladines Paredes

Albert Camus (Argelia, 1913 –Francia, 1960) publicó en 1942 uno de sus ensayos más recordados: ‘El mito de Sísifo’. El escritor francés compara el mito griego del castigo de Sísifo -cargar una piedra a lo alto de la montaña durante toda la eternidad-, con el esfuerzo inútil del hombre tratando de encontrarle sentido a su existencia en el camino de la vida.

Camus desarrolló en su ensayo el problema existencialista de la vida y de la muerte a través del suicidio: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”, decía. Buscó confrontar al ser humano con su razón de existir. El suicidio, entonces, se convierte en una forma de despertar, de encontrarle sentido al vacío existencial que provoca el repetir rutinas y esfuerzos inútiles que configuran el absurdo cotidiano.

La idea filosófica del suicidio es retomada por los franceses Thomas Cailley y Sébastien Mounier, creadores de ‘Ad Vitam’ (Arte, 2018), una miniserie de seis episodios estrenada internacionalmente este año en Netflix.

‘Ad Vitam’ bien podría ser catalogada como una serie de ciencia ficción. Se ubica en un futuro cercano, en el que el ser humano ha logrado cumplir uno de sus deseos más profundos: ganarle a la muerte. En la TV vemos a la ‘decana de la humanidad’ una muchacha japonesa de 169 años, que aparenta unos 30, celebrando un año más de la supremacía humana sobre el fin de la existencia.

Un mundo sin muerte
Aprendemos, a través de los capítulos, que en este futuro paralelo los cuerpos pueden ‘regenerarse’ en lugares públicos, a través de artefactos similares a saunas en los que uno duerme, y, cuando despierta, es tan joven como antes. Es un escenario utópico en el que nadie aparenta la edad que tiene y todos se han olvidado de lo que significa perder a un ser querido, porque nadie muere.

‘Ad Vitam’ es una serie también filosófica porque, en la utopía de la inmortalidad, los jóvenes empiezan a suicidarse. Aparecen en una playa, siempre en grupo, sin prolegómenos, con la sencillez de un disparo letal en la sien.

La Policía inicia las investigaciones y los familiares requieren de psicólogos especialistas en el proceso de duelo, desconocido en una época en que no se sabe cómo vivir con la ausencia.

Cuestionamientos esenciales
La serie está llena de referencias simbólicas a las problemáticas de la muerte, la inmortalidad, el existencialismo y el absurdo, con el fantasma de la Generación del 68 (autores españoles que empezaron a publicar a partir de la Revolución de 1868), que aparece configurada en una secta de jóvenes suicidas que quieren, a costa de su existencia, plantarle cara al sistema.

A partir de estos elementos, ‘Ad Vitam’ deja, a pesar de su corta duración, una serie de interrogantes completamente trascendentales, no solo en la línea temporal del futuro paralelo, sino en la de nuestro presente. Esta coyuntura problemática en la que convergen la vida y la muerte, la necesidad de tener hijos y trascender, o dedicarse a vivir libre sin la preocupación constante del deterioro cognitivo y físico; aquellos que quieren vivir por siempre y los que están seguros de que pueden obligar a otros a vivir.

El suicidio es un problema filosófico y no solo en el futuro de ciencia ficción de ‘Ad Vitam’. Como dice Camus: “En el apego de un hombre a su vida hay algo más fuerte que todas las miserias del mundo. El juicio del cuerpo equivale al del espíritu y el cuerpo retrocede ante el aniquilamiento. Adquirimos la costumbre de vivir antes que la de pensar. En la carrera que nos precipita cada día un poco más hacia la muerte, el cuerpo conserva una delantera irreparable”.

Si algo plantea ‘Ad Vitam’ es la reflexión sobre la propia existencia, sobre la necesidad de encontrarle un sentido. Incluso en un mundo en el que la muerte no es una preocupación, vivir por una razón es más importante.

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