Síndrome de bombero

Nunca antes un gobierno ha reunido tanto a sus ministros y colaboradores más cercanos. Aparte de las citas en Carondelet que, según sus asistentes, se prolongan por varias horas, al gabinete y a su jefe se les ve deambular de una provincia a otra “para estar más cerca de las comunidades y atender mejor sus problemas”. En ocasiones las visitas son para apagar algún ‘incendio’, al estallar problemas que debieron prevenirse.
Los ‘bomberos’ están de nuevo en acción ante la caída de los precios del petróleo y las materias primas a nivel mundial, los vientos nada saludables que emanan de la economía china y la revalorización del dólar. Tantos ‘actores externos’ imprevistos no hablan muy bien de la capacidad de planificar, armar equipos sólidos y mejorar procesos de las ‘cabezas pensantes’ de la revolución ciudadana.


La mayoría de esas ‘cabezas’ han empleado no poco de tiempo y recursos en dar vueltas por el mundo y en la asesoría de inteligencias foráneas. Nunca antes tuvimos un gobierno con tal concentración de titulados de ‘cuarto nivel académico’. ¿Acaso su trabajo no ha sido eficiente? Las reuniones dentro y fuera del Palacio, ¿fueron útiles?


Los ‘bomberos’ están ahora en acción, porque el incendio económico y social es de enormes proporciones y graves repercusiones. Algo que no podrán resolver las hidroeléctricas que se construyen, las carreteras, las ‘escuelas del milenio’, los flamantes edificios de la Función Judicial o el formidable parque automotor de la Policía y los ministerios. Tampoco las cocinas de inducción, las cadenas nacionales o las sabatinas.