Regresiones

Pablo Vivanco Ordoñez

Se ha inaugurado un año bajo el telón de proyecciones económicas complejas a nivel mundial, y con esa premisa hablamos de la crisis o recesión en la que ha entrado el país. Esto evidentemente acarrea conflictos a nivel político, porque ya se juzgará la actividad gubernamental, y ya resuenan las críticas al modelo emprendido y proyectan ideales de sociedad perfecta que existieran, sí y solo si el país es gobernado por tal o cual persona. Ahí se ve reflejada nuestra historia y realidad política, que se ha desnutrido por personalismos y poco se ha alimentado de verdaderos procesos.

Bajo ese contexto, se puede vislumbrar la crisis de representatividad en la que se encontraba y en la que se encuentra el país, y más aún Loja, que ha sido gobernada como hacienda particular por un minúsculo sector de la sociedad que se ha incrustado como tumor maligno en las esferas administrativas y se ha mantenido como panacea ungida que no admite alternativa alguna. Fenómeno común en nuestra sociedad, al que puede atribuírsele causas como la carente ética política tan necesaria en el medio social, sumado a la amnesia colectiva que ha sido en ley en nuestros pueblos.

Loja es testigo también, de que los personalismos son innecesarios, asfixiantes y poco eficientes. La personificación del poder, permite que quien sea el elegido se perfeccione en el adulo, que más parece ruego servil; abandonando convicciones personales, ideologías, y pudores para entregarse a merced de la clase política dominante. Esa enfermiza atribución de poder a una sola persona, da paso a caprichos y antojos increíbles, puede que vuelvan a ser infantes: mimadores, perspicaces para la mentira, quizá agresivos cuando no se les presta atención usando como herramienta represiva lo que tengan a su alcance. Evidentemente la diferencia es una sola, la conciencia con que se lo hace: el infante actúa instintivamente y el político (aunque pudiesen parecer acciones instintivas también) actúa por una aberración consecuencia de la embriaguez crónica y el apego desenfrenado con el poder. (O)