Populismo

El populismo ha sido popularizado como un adjetivo peyorativo, antes que como una definición que pone en evidencia el estado de salud de la democracia de cualquier país y que, por lo tanto, altera su sistema político.

Este fenómeno que puede producirse en cualquier latitud ha sido vaciado de sentido, porque quienes tienen relación con la política lo utilizan para calificar a todo aquello que pudiese resultar contrario para sus intereses. El riesgo, bajo este tratamiento, es que el populismo pueda ser todo y también pueda ser nada.

Hay una corriente que se impone en la opinión pública cuando se habla de populismo y que es inmediata y muy superficial, es decir aísla el análisis del populismo de sus causas, del sistema político y de sus actores, como si este fenómeno tuviera la facultad de aparecer de manera espontánea.

Ahí hay un grave error de comprensión de la realidad, puesto bajo la idea prototípica de que el líder carismático llega para arrasar todo como en el paso de un huracán, no se cae en cuenta que ese tipo de emergencias personalistas es posible, porque la política en términos de cultura privilegiada la persona antes que procesos de reproducción programada de líderes en los partidos. Lamentablemente en América Latina los partidos han apostado pro el caudillismo y la gerencia organizacional.

El populismo evidencia la fragilidad de las instituciones, en la medida que el discurso polarizador que resulta efectivo para quien lo introduce, evidencia la incapacidad del Estado por satisfacer demandas, cerrar brechas y lograr acuerdos de convivencia en igualdad de derechos.

También advierte el descalabro de los partidos en su rol de intermediación entre el Estado y la sociedad, pero además es un llamado de atención de amplios sectores de la población que demandan una cercanía real con el poder, que no sea demagógica, aunque el populismo aprovecha este recurso para sobredimensionar su papel antagónico con las clases tradicionales.

En el ciclo electoral que vive América Latina, la palabra populismo seguirá en la mesa de análisis, lo ideal sería no caer en la trampa de seguir vaciando de sentido a un fenómeno con causas que sí explican.

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