Médicos extranjeros

Pablo Izquierdo Pinos

Muchos pensamos que la globalización no solo es inevitable sino que es deseable. La llegada a Ecuador de médicos con título obtenido en el extranjero debería ser una importación de lujo. Con frecuencia esa migración se realiza de países con menores recursos hacia países desarrollados, pero ahora países en recesión (como el nuestro) reciben una avalancha de médicos por causas políticas, económicas, laborales y sociales.

En Chile se revisaron los resultados de un examen de conocimiento de 6.000 titulados fuera de ese país. Los formados ahí aprobaron el 97% de la prueba, hubo casos de extranjeros –no ecuatorianos- con menos de dos puntos. En EE.UU. el de Licencia Médica consta de cinco exámenes, teniendo los dos últimos una parte teórica y práctica. El médico debe esperar un promedio de cuatro años e invertir cerca de 80.000 dólares.

En Costa Rica, la Facultad de Ciencias Médicas denunció que médicos especialistas extranjeros contratados no cumplían con los requisitos para trabajar como especialistas, ya que 9 de cada 10 eran médicos generales. En Colombia la llegada de cientos de anestesiólogos extranjeros encendió las alertas entre las autoridades y los profesionales por su idoneidad académica, imponiendo un proceso riguroso de recertificación y evaluación, además de cumplir con el Servicio Social Obligatorio de un año.

En Ecuador la entrada de médicos extranjeros, que obedeció a convenios bilaterales para reforzar la atención primaria de salud, luego se deformó este principio y centenares de estos profesionales ocupan puestos de asesores, directores, gerentes y especialistas de hospitales de la red pública, en detrimento de los nacionales.

Ante la ausencia de una adecuada planificación de recursos humanos en salud, la Organización Mundial de la Salud recomendó identificar los países de los cuales la migración es menos perjudicial y regular los movimientos migratorios para que no representen una amenaza para los nacionales. El país debe imponer requisitos y exámenes más exigentes y no relajar las formas de autorizar el ejercicio profesional médico, la fe pública debe ser sagrada.

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