Lucía Margarita Figueroa Robles
Frente a ideas superficiales que invaden la mente como tener dinero, poder, influencias; envaneciendo nuestro ser con una oscuridad que no nos permite acariciar la verdadera felicidad, ya que todas esas “fuerzas” se destiñen al confrontarse a la única y verdadera energía capaz de alimentar el espíritu del ser humano, aquella que no caduca, supera los miedos, se entrega sin límites y nos convierte en seres felices. Surge la fuerza del amor. Y es que el amor nos conecta con la espiritualidad, con todo lo que existe en el universo, despierta nuestros talentos ya que quien realiza su trabajo con amor y pasión dejará huellas indelebles en su camino al éxito. Hoy que nos acercamos al día del amor y la amistad, es momento de recapacitar que cuando más amor damos, más amor generamos, pues estamos hablando de una energía inagotable y de crecimiento infinito. De ahí que, a finales de los años 80, Albert Einstein escribió a su hija Lieserl una carta de otras 1.400 que posteriormente fueron donadas a la Universidad Hebrea. En una de ellas expresó: “[…] Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor. Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. […]”. Convirtámonos en aquellos motores de energía y prodiguemos amor al mundo. (O)