La democracia

Franklin Barriga López

Abraham Lincoln, el 19 de noviembre de 1863, en el sitio donde aconteció la batalla de Gettysburg, pronunció un discurso memorable, especialmente por el contenido de esta frase sobre la democracia, que se hizo universal y eterna: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Eso es lo ideal, para que las naciones sigan la ruta de paz y prosperidad, en medio de libertad y respeto a los Derechos Humanos, a fin de que el absolutismo no se apropie del destino de los individuos y las colectividades. En todo instante, se debe tener presente que los arbitrarios aparecen como demócratas, dentro de su perverso y sistemático engaño; cuando llegan al poder, sacan sus garras para esclavizar a las naciones y sumirlas en opresión y miseria. Las muestras más objetivas al respecto, se hallan en los regímenes que actualmente asfixian a Venezuela y Nicaragua, para vergüenza de nuestro continente.

Se afirma, con verdad, que los países que ciertamente se cobijan con el estandarte de la democracia son los más prósperos; esa es la atmósfera que se debe buscar, si efectivamente se anhela bienestar y progreso.

Por otra parte, para desaparecerla o desestabilizarla acechan a la democracia enemigos de peligro, como los políticos o politiqueros solapados, corruptos o que responden a consignas de índole totalitaria y que se resisten a reconocer que el Muro de Berlín cayó hace cerca de 30 años. De allí la obligación de los electores que tienen la obligación cívica de diferenciar la paja del trigo y depositar su voto de acuerdo a su conciencia que, por elemental principio, debe fundamentarse en el bien común.

Bien valen estas reflexiones con motivo del Día internacional de la Democracia (ONU, 15 de septiembre), que se lo debe conmemorar todo el año.

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